El país se nos esta haciendo una amenaza, una precaución. Se nos hace una cautela, como insomnes caminando en la oscuridad profunda del precipicio. El país nos lo han vuelto un aviso clasificado, una venta por motivo de viaje, una emergencia, el rasgante aullido de una sirena en la madrugada. Ya nos resulta incomodo recordar nuestra patria hace 8 años; como también molesta imaginarla en los años que vienen. Esa sensación de erizos en la boca. Apabulla, ensordece, oprime, atosiga, cayapea.
Ya vivimos en los espacios del miedo y la autocensura. Para algunos no solo es prudencia, hemos llegado a los tiempos en los que es mejor callar. Silenciar, tragar grueso como solo se traga una semilla de durazno con sed. Ya los espacios comienzan a acortarse, a medirse. Hoy nos sorprendemos cuando alguien levanta la voz en los automercados, en el silencio cómplice de los atemorizados. Aquellos quienes tememos reclamar en la cola del pasaporte o en la de la cedula. Cualquier trámite ya es un tormento. Tememos nos descubran nuestra lista, nuestra firma, el “Maisanta” que todos llevamos por dentro como una sentencia.
Incluso comenzamos a mirar con descuido y con precaución las puertas de emergencia. Nos sorprendemos los domingos viendo los suplementos de Turismo. No buscando nuevos destinos o aventuras. Buscando una tierra parecida a la nuestra que nos quede cerca de los apegos, que nos permita salir y entrar con cuidadito, imaginándonos arrancando de cero y sin doble-track ni caja dual. A pelo. Con el arranque malo y empujadito.
El mañana ya llego. Esta aquí. El futuro vino y nos alcanzo, pues. Sin más. Luego del chaleco viene la calma. Los Leones quedaron eliminados. El país quisiera pensar en otro campeonato. Si el campeón puede volver año a año a defender el titulo por qué entonces el Rey creyendo que se las esta comiendo por qué no puede perpetuarse. Un Rey y una corona. Para qué pedimos un presidente humano si tenemos un Rey. Un Bolívar redivivo, un comandante que manda y el pueblo obedece. ¿Para qué?
Con los molinos hemos topado, con los canales, con la Asamblea, con la Bicha (el librito, claro), con el B.C.V., con las leyes, con los reglamentos, con los ministros, los gobernadores, los alcaldes, con la O.N.U., la O.E.A., MERCOSUR, Uribe, Fox y el Kid Rodríguez. Échenme al Mundo que ya acabé con Radio Caracas. “Ahora tráiganme a mi mama que ya Foster acabo conmigo”, dijo una vez aquel boxeador venezolano.
Muchos rieron con la ridícula sentencia de los “rojos-rojitos”. Cuando pensaron que ya no había de qué sorprenderse aun quedaba más por ver y descubrir. “Qué tiempo es este que no tiene lunes”, dijo Palomares. Y nos faltaba enardecernos al ver a nuestro Presidente, perdón, nuestro Rey, nuestro “mande-comandante” amenazándonos con “jugar rojo con nosotros y después de la elecciones nos iba a enseñar queto”. Vemos jugar rojo. Apretamos los sueños para esperar pacientemente nuestro turno. ¿Para cuando jugaremos piragua?
El país es un inmenso pedazo de gasa que nos arropa las heridas. Una sala de emergencia. Triaje. A pleno mediodía, y se nos cierran los ojos. Cierto, nuestro país se nos ha vuelto una amenaza.
Ya vivimos en los espacios del miedo y la autocensura. Para algunos no solo es prudencia, hemos llegado a los tiempos en los que es mejor callar. Silenciar, tragar grueso como solo se traga una semilla de durazno con sed. Ya los espacios comienzan a acortarse, a medirse. Hoy nos sorprendemos cuando alguien levanta la voz en los automercados, en el silencio cómplice de los atemorizados. Aquellos quienes tememos reclamar en la cola del pasaporte o en la de la cedula. Cualquier trámite ya es un tormento. Tememos nos descubran nuestra lista, nuestra firma, el “Maisanta” que todos llevamos por dentro como una sentencia.
Incluso comenzamos a mirar con descuido y con precaución las puertas de emergencia. Nos sorprendemos los domingos viendo los suplementos de Turismo. No buscando nuevos destinos o aventuras. Buscando una tierra parecida a la nuestra que nos quede cerca de los apegos, que nos permita salir y entrar con cuidadito, imaginándonos arrancando de cero y sin doble-track ni caja dual. A pelo. Con el arranque malo y empujadito.
El mañana ya llego. Esta aquí. El futuro vino y nos alcanzo, pues. Sin más. Luego del chaleco viene la calma. Los Leones quedaron eliminados. El país quisiera pensar en otro campeonato. Si el campeón puede volver año a año a defender el titulo por qué entonces el Rey creyendo que se las esta comiendo por qué no puede perpetuarse. Un Rey y una corona. Para qué pedimos un presidente humano si tenemos un Rey. Un Bolívar redivivo, un comandante que manda y el pueblo obedece. ¿Para qué?
Con los molinos hemos topado, con los canales, con la Asamblea, con la Bicha (el librito, claro), con el B.C.V., con las leyes, con los reglamentos, con los ministros, los gobernadores, los alcaldes, con la O.N.U., la O.E.A., MERCOSUR, Uribe, Fox y el Kid Rodríguez. Échenme al Mundo que ya acabé con Radio Caracas. “Ahora tráiganme a mi mama que ya Foster acabo conmigo”, dijo una vez aquel boxeador venezolano.
Muchos rieron con la ridícula sentencia de los “rojos-rojitos”. Cuando pensaron que ya no había de qué sorprenderse aun quedaba más por ver y descubrir. “Qué tiempo es este que no tiene lunes”, dijo Palomares. Y nos faltaba enardecernos al ver a nuestro Presidente, perdón, nuestro Rey, nuestro “mande-comandante” amenazándonos con “jugar rojo con nosotros y después de la elecciones nos iba a enseñar queto”. Vemos jugar rojo. Apretamos los sueños para esperar pacientemente nuestro turno. ¿Para cuando jugaremos piragua?
El país es un inmenso pedazo de gasa que nos arropa las heridas. Una sala de emergencia. Triaje. A pleno mediodía, y se nos cierran los ojos. Cierto, nuestro país se nos ha vuelto una amenaza.
www.fernandoescorcia.blogspot.com
Cierto de toda gravedad, lo que viene a cuento es cómo salir del hueco donde inexorablemente nos hunden y nos hundimos. Pareciera de cierto que los mecanismos a utlizar no están contenidos en los manuales de prácticas democráticas. No debatimos entre las postura de Ghandi (la paciencia militante), o Winston Churchil (sangre, sudor y lágrimas).
ResponderBorrarRecibe un fuerte abrazo y mi mayor consideración de estima y respeto.
Sudán A. Macció