A José Ignacio Cabruja
Removiendo en círculos un recién servido trago de güisqui escuché del Maestro Cabruja algunas sentencias que nos hace falta rememorar de vez en cuando. El Maestro, como le molestaba que le llamaran, nos decía, absortos en las etiquetas rojas del momento, nada que ver con las que hoy nos empegostan la vida, que los venezolanos somos deterministas para marcar fechas o eventos que puedan cambiar nuestras vidas. Nos la pasamos apostando por las grandes consecuencias, sin que ellas se produzcan nunca. Nos bebemos cajas de cervezas enteras mientras intentamos ponerle fecha final a nuestros devaneos o nuestras preocupaciones sin que el Armageddon llegue o se produzca. Intentamos verle la fecha de extinción a nuestros pesares o dolores, sólo para aliviarnos u olvidarnos de la realidad y esperar el paso indefectible del tiempo que nos salve o nos condene porque aquí nunca pasa nada.
No es difícil recordar aquellos días en los que, entre tragos y revelaciones, comenzamos a ponerle fecha a nuestro berenjenal. Así recordaba a los deterministas decir: “El día que aquí, a un presidente democrático se le alce un militarcito… bueno pues, se jodió la democracia”. Y aunque el tiempo nos está dando la razón por otros motivos, en aquel momento nada paso. “El día que aquí bajen los cerros y el pueblo se cobre lo que la democracia le ha negado… nos fregamos”. Y ya ven, no estamos ni bien ni mal sino todo lo contrario. Y seguimos: “el día que aquí, a un presidente electo lo saquen del poder constitucional y jurídicamente, este país va a ser otro…” Y claro, fue otro pero con el mismo desastre. Y por allí seguía elucubrando el insustituible Cabruja. Lástima que no tuvo la licencia de ver estos desastres de ahora.
Nos gustaría escucharlo opinar sobre nuestros tiempos. Por ejemplo, reflexionar sobre la fecha en la que un Presidente bote de la principal empresa del Estado y por televisión a 20 mil empleados. “Ese día lo tumban”, diría un determinista. Y bueno, casi… “El día que aquí, un Presidente se compre un avión de 85 millones de dólares y la gente ande pasando hambre, el pueblo lo sacara del poder”. O el día que a un Presidente el Alto Mando Militar le pida la renuncia por televisión, se acabo esta vaina. O cuando se nombre padrino de una promoción de la Academia Militar a Fidel Castro o se escriba “Patria, Socialismo o Muerte” en los cuarteles, bueno pues… ese día va a pasar una vaina en este país.
El día que aquí, le cierren el hipódromo, le prohíban las loterías, le quiten la caña y le cierren los casinos a la gente, te juro que ese día, aquí va a pasar algo. O cuando vaya la gente al mercado y no consiga mantequilla, huevos, carne o pollo… O el día que tengan que hacer colas para comprar quesos o su Harina P.A.N… ese día o cualquier otro este país dejará de ser pasivo y será otro…
Y henos aquí. En este bello país del día después de mañana. El país de los días finales. De la quema diaria de sus naves. Nos hundimos en excrementos pero con petrodólares en la cartera. Nos sumimos en una riqueza fácil y en lo maleable, lo acomodaticio. Somos incluso incrédulos de lo que nos pueda pasar. Nuestra esperanza eterna de que venga alguien y nos quite este mal de encima. Esperar, esperar. Nunca actuar. Es mejor cerrar los ojos y pensar que mejor esperemos un día. Ese hermoso día que despertemos de esta locura sin hacer nada, sin invertir nuestro esfuerzo y sacrificio, sin un herido, sin una gota derramada en el pavimento. Queremos, ansiamos ese día que aprendamos la lección y seamos felices todos juntos nuevamente. Ese día, seguro llegara. A lo mejor será el día en que un Gobierno autoritario y totalitario decida cerrar un canal de televisión por siempre. Ese puede ser el día, pero no creo. Yo, sinceramente no lo creo. Ese día, créanme que nunca llegara. Porque el día que aquí…
Articulo publicado en Diario Sol de Margarita.
Isla de Margarita, Venezuela 25 de Abril de 2007
No hay comentarios.:
Publicar un comentario