Si algo diferente nos ha dejado el proceso que estamos viviendo los venezolanos en los últimos años ha sido implantación de una nueva forma de amenazar, mandar y atornillarse al poder. Se trata también de la implantación de una nueva normalidad política. Un nuevo estilo de entender el hecho político basado en la manipulación de la información, el rígido manejo mediático, el empleo sostenido del músculo del poder aunado al exagerado emporio de petrodólares que llena los bolsillos del régimen y finalmente, un torniquete perenne a las instituciones fundamentales de la republica. Es el manejo de estos distintos planos que incide también en una nueva manera de hacer política, hacer oposición, hacer la protesta. Y es que hemos errado en varias oportunidades tratando de adivinar cómo se logra hacer efectiva nuestra disidencia, nuestra oposición a un sistema que, ya es evidente, nos tiene la bota represiva prensada al cuello. Luego de tantos pelones pasados ahora ofuscados e impotentes no sabemos cómo hacer efectivo este grito ahogado en contra del cierre de un canal de televisión, que representa en el fondo el cierre de un espacio de la disidencia para entregarlo a la visión sesgada del régimen. Hace un tiempo intentamos expresar nuestros desacuerdos con la cacerola, la bailoterapia, las vigilias, las antorchitas, el luto activo y otras sentimentaladas más. Todos enormes errores tácticos. Hoy por hoy adolecemos de una estrategia común, casi rodeados y sin alternativas hay que construir una nueva forma de oposición; creativa, inteligente y efectiva a un régimen que cada vez se parece mas a la extrema derecha, como siempre ocurre con aquellos gobiernos dirigidos por militares que siguen al pie de la letra los Principios nazis de Goebbel.
Sin embargo, algo hermoso ha surgido de esta nueva fase de la protesta de la oposición a la medida autoritaria y de abuso de poder en contra de nuestras libertades. La salida de los jóvenes de nuestro país, que han comenzado a reaccionar con las amenazas y atentados ciertos, efectivos y de hecho sobre nuestra vida democrática. Valiente y pacíficamente han puesto su vigoroso sentido de la valentía y el coraje cuando han visto que sus libertades inmediatas comienzan a ser tocadas por el gobierno nacional. Ya no aquellas advertencias nuestras a la violación de los conceptos abstractos de Libertad y Democracia. Mas bien ahora que sus espacios inmediatos, su vida cotidiana les resulta complicada de sobrellevar con un intruso que pretende mandar y entrometerse en sus días, sus estudios, su vestimenta, su recreación, su diversión, su celular, su rumba y amenaza con eliminar las toallas sanitarias, el tinte del cabello y hasta critica el carrito recibido al entrar en la universidad.
Confieso que soy desaprensivo a la hora de confiar en esas trilladas formas de protesta, (terciándonos cacerola, banderita, pito, celular, dos consignas fáciles y la indignación rodando en una lagrima) efectivas en otros tiempos para regimenes quizás menos militaristas que este que padecemos en la actualidad. Es difícil saber qué forma de protesta tenga más éxito contra un sistema represor y de extrema censura a la disidencia, con métodos perfeccionados y armas de última generación para reprimir a quien ose oponerse a sus decisiones.
Juro que dan ganas de ser optimista y mas aun cuando hace unos meses varios miles de jóvenes franceses pusieron en jaque al gobierno galo incinerando vehículos en Paris en medio de protestas por trabajo y estudio utilizando tan solo y de manera efectiva la mensajeria de textos de sus celulares como medio de comunicación de tácticas, ubicación y objetivos. Dan ganas de ser optimistas, mas cuando escuché decir a un joven en la manifestación del fin de semana “ojala tuviéramos el celular de Jack Bauer. Ahí si es verdad que estuvieran asustaos”. Por eso digo, los chamos son una vaina.
Isla de Margarita, 29 de Mayo. 2.007