martes, junio 19, 2007

EL SILENCIO DE LAS PERSONAS BUENAS

Todo proceso de polarización política ha generado también, en cualquier país en el que se presente, una tercera franja que identifica a quienes pretenden quedarse en la mitad o sencillamente permanecer al margen de la dialéctica ideológica. En nuestro caso, hemos visto en las últimas semanas varias actitudes que podrían acercarse a esta franja. Unos porque resienten de la actitud de la oposición, sus métodos y su dirigencia y por lo tanto prefieren hacerse a un lado y no participar activamente en la confrontación política. Otros lo hacen por temeridad, otros tantos por inocencia, algunos por conveniencia crematística y otros pretenden estar por encima del bien y del mal denunciando con ello tener una inmensa cobardía por no poder asumir su abierta posición a favor del gobierno. Los mas, y aquí mi posición critica, lo hacen por comodidad.
Cierto es que en medio de un proceso de cambios que se pretende implementar en el país, sin que todos estemos incluidos y sin que forme parte de un proyecto nacional sino de la imposición de un criterio personalista, arbitrario, militarista y autoritario aduciendo el apoyo electoral recibido en diversas contiendas, es cierto, no obstante haber evitado en lo sumo la explicación de los lineamientos esenciales y profundos de estos cambios a las grandes audiencias que le aplauden y le siguen voluntaria o impositivamente. En este arrebatamiento del orden se ha dejado de lado a un sector importante que siendo minoritario es a su vez, esa inmensa minoría que se encoje o se agiganta cada vez que el coloso levanta el puño o pisa duro el acelerador con su bota militar.
En esta oportunidad el atropello se dio sin ambages y sin cortapisas. El cierre de un canal aflora el juicio acerca de la libertad de expresión y la valoración que tiene el gobierno de la disidencia ideológica. Este régimen abiertamente autoritario también coloca el tema del acceso a la información y a las libertades como derecho inalienable en la misma bandeja en la que coloca el manejo de las arcas y reservas monetarias como si del menudo en un bolsillo se tratara.
En este sentido quienes callan por estos días (antes, durante o después) abren espacios para que prolifere la exclusión y se asienten quienes radicalmente entienden el país bajo sus particulares objetivos. Quienes se hacen a un lado también recrean la tolerancia de lo arbitrario para dar espacio a la supervivencia personal, de instituciones o experiencias privadas. Y abonan el campo de aquellos que creen que con autoritarismo y narcisismo puedan seguir creyéndose dueños absolutos de la verdad.
La omisión por comodidad es también un sinónimo de egoísmo, en tanto y en cuanto no sea la inocencia su marca, y aun cuando la temeridad y la coerción alimenten la posibilidad de permanecer absortos mientras el país se descose en radicalizaciones, protestas y el apaleamiento constante por la intolerancia. El peligroso filo de la mitad, riesgoso y cómodo también seduce a los inocentes.
Una vez escribió Martin Luther King: "...Tendremos que arrepentirnos en esta generación no simplemente por las palabras y acciones llenas de odio de las personas malas sino por el espantoso silencio de las personas buenas...". Y si aquí el actuar desde adentro es una forma de tomar partido; el silencio de las personas buenas no nos es permitido cuando están en juego valores esenciales e intrínsecos al ser humano. Aquí también son culpables quienes callan pues demuestran poca valentía, valentía que les sobra a quienes resistimos el uniforme verde y la franela roja soñando por un país que nos involucre a todos y nos comprometa en un proyecto verdaderamente nacional.