No hay manera de acercarse a los mercados de Barcelona (España) sin asombrarse. Aunque algunos de ellos se han convertido en parte de la iconografía turística de la ciudad, no dejan de ser emblemáticos y, con todo, siguen siendo visitados por sus propios habitantes. Siempre que viajamos acostumbramos visitar en cada ciudad que conocemos incluirnos en el jolgorio trepidante de sus mercados. Esos inmensos espacios donde ocurre la transacción domestica, el devenir cotidiano de los que viven la ciudad y el contacto social de sus habitantes. En Cataluña sus mercados, históricos y referentes, han pasado a ser algo mas que una simple estructura de referencia urbana o turística. En Barcelona es muy difícil pasar por la ciudad y no formar parte con la vida que transcurre alrededor de sus mercados.
Cuando tropezamos con el Mercat D´Hostafrançs cerca de Montjuic nunca imaginamos la importancia de este centro en la vida de los catalanes alrededor de el. La vida de los vecinos habituales forma parte su estructura, espacios y ambientación. Y no solo esto. Gran parte de los mercados en Europa son atendidos generalmente por mujeres. Este no es la excepción. Todas estas hermosas señoras le dan a este mercado un aire de divismo espectacular. Ya no solo se trata de conseguir hortalizas absolutamente frescas; o frutos secos, dátiles propios o de cualquier parte del mundo; embutidos de calidad o conseguir cortes de carnes impecables, realizados por tímidas y bellas señoras, como extraídas de un película de Almodóvar o de las paginas de alguna Vogue o Harpers Bazars. También se trata de uno de los sitios más asombrosamente pulcros que hayamos visitado. No es solo la utilización de materiales de construcción duraderos y resistentes al alto tráfico y el uso extensivo. Se trata de una relación de cuidado, mantenimiento y belleza que nos abstrae de un sitio público de tales dimensiones. Apenas a unos metros de aquí, una de las figuras más resaltantes del mundo gastronómico Ferrán Adriá junto a sus hermanos abre las puertas de su nueva propuesta culinaria sin reservaciones, sin demasiada pompa y sin listas de esperas: TICKET un lugar de rigurosa informalidad para el tapeo y el disfrute ocasional de las maravillas ahora sin elitismo del gran Adriá. Ya lo vimos en estos días visitando Mercat D´Hostafrançs en un programa especial de Revealed grabado para CNN Internacional. Para cerrar, puedo dar fe de dos detalles que abrieron ya para siempre mi asombro: con nuestras compras nos obsequiaron marca-libros editados por el propio mercado. Signo inequívoco de esta ciudad pluricultural y de avanzada. Y finalmente, los hermosísimos ojos azules de una pescadera que aun atesoro como lo mejor que he podido conseguir en mercado municipal alguno.
El Mercado de Santa Caterina es otra cosa. Enquistado en pleno centro de Ciutat Vella en las cercanías del Barrio de la Ribera, este remozado mercado se levanta como ave en pleno vuelo. Una propuesta osada de los arquitectos catalanes Enric Miralles y Benedetta Tagliabue proyecto un gran techo de tres enormes arcos ondulantes y coloridos, metáfora de las tonalidades fulgurantes de las frescas frutas que da cobijo a lo que de histórico tiene y pervive en los galpones del Santa Caterina. Y es que esta intervención también logro conseguir ruinas invaluables en su interior y alrededores de mediados del siglo XIX que es de cuando data este hermosísimo mercado, de hecho el primer mercado cubierto y de mayoreo de alimentos para los sectores populares de la ciudad. Y como todo lo que parece característico en todos estos espacios comerciales, aquí residen varios restaurantes. Uno de ellos considerado uno de los 10 mejores restaurantes de la ciudad. Una ciudad que, bueno es recordarlo, posee mas estrellas Michelin por metro cuadrado que la misma Nueva York. La ciudad de Adria, de Santi Santamari, de Joan Roca, de Carme Ruscalleda también aporta frescura y genialidad en la informalidad que reside en las mesas de Santa Caterina Cuines. Un sitio para locales urbanos que permite el disfrute de una cocina contemporánea en el trafagar de las estrechas calles de la ciudad. Un espacio amplio, verde y sellado por la destacada sencillez de su interiorismo, amable en la vista y en la originalidad de su huerto hidropónico de especias y aromáticas tanto como en la alacena que esta a la vista de todos. No podemos decir lo mismo de la amabilidad de su personal que impidió la toma de imágenes bajo ningún lógico parecer.
De lo que no nos dejamos de asombrar hoy es de la confluencia de culturas y nacionalidades que han tomado para si Mercat de Saint Joseph La Boquería. En el viven las maravillas de un circo que se viste de vitrina y nos ofrece lo mas insólito del mundo. Es una suerte de puesta en escena que arranca cada dia y nunca parece tener una pausa o detenerse. Algunos entusiastas lo comparan al mercado de Kuwait o a los galpones del puerto de Nueva York. Lo que no esta en estos mercados, no existe. Y lo que maravilla de La Boquería es su incesante trepidar de gentes de todo el globo terráqueo. Una incesante procesión de gente de las nacionalidades mas disímiles y hasta insospechadas que entran y salen en un interminable desfile humano de decenas de miles diariamente. En su interior se miden las mejores frutas de distintas partes del mundo, una frescura y un colorido inusitado, digno de imágenes vividas para un perfecto wallpaper para tu computadora o celular; víveres y productos árabes, latinos u orientales, perniles de curado artesanal e industrial. Es posible conseguir aquí una de las mejores referencias de una de las chocolaterías del mundo, bodegas de vinos incunables, tabaqueras insospechadas, maravillosas charcuterías y hasta escuelas de cocina. Para otros lo mejor de Mercat La Boquería no esta adentro de el, sino en sus alrededores. Y es tan importante una cosa como la otra, se tienen el uno al otro en esa suerte de relación de interdependencia en la que la ciudad y las Ramblas no son nada sin el mercado y La Boquería no sería nada sin su entorno del que vive y supervive.
Soy de los que aprecian caminar las ciudades y escurrir el sudor en sus calles. Al encontrar estos tres espacios tan distintos pero a la vez tan importantes también aprendí a amar a una ciudad que comencé a respetar en los libros y los sueños. De allá me traje tres enormes razones para amarla y volver a ella. Como decía Cortazar, de este amor que cae y recae constantemente, sin que me duela, sin que deje de ser mío.