La Isla de Margarita ha sido siempre lugar para el divertimento y el jolgorio. Se dice que no hay semana del año que no cuente en su calendario alguna fecha celebratoria en cualquiera de sus poblaciones o municipios. Y adicionalmente a ello
se han venido agregando otras celebraciones que vienen a colmar este calendario tradicional de ferias y ofrendas regionales. Muchas son ya conocidas desde hace mucho tiempo, otras se han redimensionado, otras muchas se han diversificado en varios municipios y, en resumen, siguen apostando por rescatar, difundir y proyectar logros, cosechas, productos emblemas y ofrendas al mar por la pesca recibida en la temporada. A saber, Feria del Piñonate (Fuentidieño), Feria del Papelón (La Rinconada), Feria de la Empanada (Juan Griego, El Valle y La Asunción), Feria del Erizo (Laguna de Raya), Feria del Cuinche (Tacuantar) y Feria del Pulpo (Juan Griego), entre tantas otras.
En esta exploración y registro que venimos haciendo de la cultura gastronómica y culinaria de la Isla de Margarita también hemos podido capturar la esencia humilde y hospitalaria del margariteño, la entrega orgullosa de sus anécdotas, la relación sin ambages de sus recetas y secretos, la hermosa honestidad invencible que viene aderezada de su inocultable picardía oriental. Es en esas bases donde se ha asentado gran parte de la solidez de su carácter pero también la fortaleza de sus tradiciones y su cultura. Hemos avanzado en esta línea en los últimos años, luego de 18 de feliz residencia insular, apoyándonos en lo que de ellos he hecho mío y lo que de esta tierra ardiente y salitrosa ya se ha curtido en mi piel. Aquí el humilde y sencillo testimonio, de lo que he apreciado sin muchas preguntas y muchas respuestas: expresas y leídas, adivinadas e inferidas, investigadas y capturadas, al voleo o en la sencillez de sus vidas. He aquí tres fiestas, tres maneras de ofrendar a la vida, tres maneras humildes, sensibles y ciertamente limitadas de acercarse a la margariteñidad.