LA VARIABLE E IMPERTINENTE COCTELERA DEL MAESTRO AQUILES BAEZ
Se ha dicho que algunos temas toman trascendencia no solo por su calidad sino por su aceptación. A mis hermanos, ha pasado con rapidez y consistencia la frontera de las composiciones de nueva música venezolana para convertirse definitivamente en un nuevo clásico, en pieza fundamental del repertorio contemporáneo venezolano y latinoamericano. En cada uno de sus registros, creo que discográficamente su autor lo ha incluido en cuatro producciones, nos deja nuevos colores, nuevos códigos, nuevas formas de conectarse a su mensaje de hermandad y solidaridad.
Impecable en ejecución instrumental, como siempre, Báez se hace acompañar por quienes desde hace unos años forman esa cofradía musical invulnerable en la que la empatía y hermandad es trasladada a los acordes y armonías que nos ofrecen. Se trata del contrabajista Roberto Koch, certero, disciplinado y creativo; junto al baterista Adolfo Herrera quien siembra nuevos recursos y formas de expresarse. Ellos junto al consagrado guitarrista, compositor e imaginativo Aquiles Báez se funden en un trío de grandes aportes a nuestra nueva música. Son capaces de hechizar con sus ejecuciones no solo a quienes hemos tenido la oportunidad de disfrutar alguna presentación de este tríptico sonoro sino que verificamos aquí de qué manera tan poderosa esas sensaciones también son atrapadas en esta placa. Este trio que vuela entre los aires de la música tradicional venezolana en sus nuevas propuestas y expresiones y las atmosferas y lenguajes del jazz van forjando un mapa colorido y único lleno de expresividad, potencia y aportes.
Porque además de todos sus aciertos esta la enorme energía de Báez para aportar alegría en su música. Humor y guasa, joda e irreverencia que le son perfectamente afines en su talante también le son infinitamente adosadas a sus composiciones y creaciones. Si algo hay que resaltar en el trabajo de Aquiles es su impertinente consecuencia con lo que es. Nunca se traiciona, aun en los trabajos en los que lleno de fusiones y posibilidades se le puede sentir distraído o atribulado de cosas por decir. Es como componer con la boca llena.
En este repertorio variado, a veces impertinente e irregular, percibimos esa misma coctelera que, Báez dijo tener hace algún tiempo, en su cabeza. No es gratuito. Pensar en música, vivir en notas musicales, produciendo, creando y ejecutando músicas por esas calles de Dios, no le hace mas que vulnerar su orden y su consecuencia. Y es que aun cuando su apoyo consecuente y solidario a los nuevos valores de nuestra música también le invade su área de confort involucrándose en sus expresiones y en los trabajos propios. De allí que Mariana Serrano, Betzayda Machado y Ana Isabel Domínguez también entreguen aquí su maravillosa expresión de su talento sobre las bases de la música de Báez. Quizás deseáramos un poco mas de detenimiento en escogencia y orden del repertorio, en sensatez para decirnos musicalmente todo lo que quiere decirnos en tan solo 74 minutos y si, quizás un poco mas de orden en las eufóricas ideas del Maestro.
Involucrado en un disco proyecto respiramos en esta placa urbanidad, irreverencia y una sublime expresión ligera que nunca persigue la superficialidad, por el contrario sus complicados acordes, notas y enrevesados misterios nos hablan de una obra con consistencia y concepto. Eso si, Báez detiene su expresión instrumental para convocar voces y agregar su mensaje en contra de la violencia, mal incrustado e irredento en nuestro país. Báez no es cantante, se sabe; el lee y lo agradecemos. Todos quienes adoramos su talento y sus creaciones, agradecemos en consecuencia que solo haya leído en este disco. Te lo rogamos, Señor…
Se ha dicho que algunos temas toman trascendencia no solo por su calidad sino por su aceptación. A mis hermanos, ha pasado con rapidez y consistencia la frontera de las composiciones de nueva música venezolana para convertirse definitivamente en un nuevo clásico, en pieza fundamental del repertorio contemporáneo venezolano y latinoamericano. En cada uno de sus registros, creo que discográficamente su autor lo ha incluido en cuatro producciones, nos deja nuevos colores, nuevos códigos, nuevas formas de conectarse a su mensaje de hermandad y solidaridad.
Impecable en ejecución instrumental, como siempre, Báez se hace acompañar por quienes desde hace unos años forman esa cofradía musical invulnerable en la que la empatía y hermandad es trasladada a los acordes y armonías que nos ofrecen. Se trata del contrabajista Roberto Koch, certero, disciplinado y creativo; junto al baterista Adolfo Herrera quien siembra nuevos recursos y formas de expresarse. Ellos junto al consagrado guitarrista, compositor e imaginativo Aquiles Báez se funden en un trío de grandes aportes a nuestra nueva música. Son capaces de hechizar con sus ejecuciones no solo a quienes hemos tenido la oportunidad de disfrutar alguna presentación de este tríptico sonoro sino que verificamos aquí de qué manera tan poderosa esas sensaciones también son atrapadas en esta placa. Este trio que vuela entre los aires de la música tradicional venezolana en sus nuevas propuestas y expresiones y las atmosferas y lenguajes del jazz van forjando un mapa colorido y único lleno de expresividad, potencia y aportes.
Porque además de todos sus aciertos esta la enorme energía de Báez para aportar alegría en su música. Humor y guasa, joda e irreverencia que le son perfectamente afines en su talante también le son infinitamente adosadas a sus composiciones y creaciones. Si algo hay que resaltar en el trabajo de Aquiles es su impertinente consecuencia con lo que es. Nunca se traiciona, aun en los trabajos en los que lleno de fusiones y posibilidades se le puede sentir distraído o atribulado de cosas por decir. Es como componer con la boca llena.
En este repertorio variado, a veces impertinente e irregular, percibimos esa misma coctelera que, Báez dijo tener hace algún tiempo, en su cabeza. No es gratuito. Pensar en música, vivir en notas musicales, produciendo, creando y ejecutando músicas por esas calles de Dios, no le hace mas que vulnerar su orden y su consecuencia. Y es que aun cuando su apoyo consecuente y solidario a los nuevos valores de nuestra música también le invade su área de confort involucrándose en sus expresiones y en los trabajos propios. De allí que Mariana Serrano, Betzayda Machado y Ana Isabel Domínguez también entreguen aquí su maravillosa expresión de su talento sobre las bases de la música de Báez. Quizás deseáramos un poco mas de detenimiento en escogencia y orden del repertorio, en sensatez para decirnos musicalmente todo lo que quiere decirnos en tan solo 74 minutos y si, quizás un poco mas de orden en las eufóricas ideas del Maestro.
Involucrado en un disco proyecto respiramos en esta placa urbanidad, irreverencia y una sublime expresión ligera que nunca persigue la superficialidad, por el contrario sus complicados acordes, notas y enrevesados misterios nos hablan de una obra con consistencia y concepto. Eso si, Báez detiene su expresión instrumental para convocar voces y agregar su mensaje en contra de la violencia, mal incrustado e irredento en nuestro país. Báez no es cantante, se sabe; el lee y lo agradecemos. Todos quienes adoramos su talento y sus creaciones, agradecemos en consecuencia que solo haya leído en este disco. Te lo rogamos, Señor…
- A mis hermanos AQUILES BAEZ (Guataca Producciones, 2011)
- En RED: TW Aquiles_baez FB Aquiles Baez www.aquiles-baez.com
- Claves: ASI DICE MI NEGRO – A LO LEJOS - SIETE
- En voz: DUERME MI NIÑA y MI PEQUEÑA
- En acompañamiento: Jorge Torres en Paraguaipoa
- NOTAS DE CATA: urbanidad, irreverencia, Humor y guasa, joda e irreverencia. Fortaleza en estructura, ligero en oido. Variado y multisensorial.
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