La Isla de Margarita ha venido convirtiéndose en una referencia de turismo eno-gastronómico nacional en los últimos tiempos. Las facilidades arancelarias desde tiempos de la Colonia han venido marcando no solo las posibilidades comerciales sino también sus recetas y sus sabores. El contrabando y la zona franca trajeron a estos territorios ingredientes y productos que ennoblecen otras mesas y que también permitieron releer nuestra culinaria marina y pesquera. A todo ello agregamos la inacabable oferta de licores que a través de los atractivos precios siempre han terminado por elaborar una sostenida y atractiva carta de caldos y espumantes a precios increíbles. Esto ha ocurrido desde hace decenas de años. En los últimos tiempos, a propósito de los inconvenientes que sufrimos los venezolanos para poder viajar con las facilidades convencionales del mundo libre y contemporáneo, nos hemos visto confinados a reinventar bodegas, anaqueles, sabores y mesas. Es así como desde hace 10 años ha venido cambiando sostenidamente la oferta gastronómica en la ínsula, afianzándose como un destino turístico por excelencia. A saber ya no solo aquella oferta de playas y comercio sedujo a millones de visitantes, sino que también sostenemos seguridad, gastronomía y la generosa hospitalidad del margariteño.