GASTRONÓMICOS EN
MARGARITA
Mucho se ha
dicho de las oportunidades que se aprovechan y se desarrollan en tiempos de
crisis. Y en nuestro país, sumido en un profundo trance económico y
estructuralmente político venimos sufriendo un descalabro que tiende a
convertir para siempre la manera como enfrentamos las situaciones difíciles.
Unos emigran en busca de nuevas oportunidades, con todo lo que ello implica.
Otros buscan desahogo en la economía informal y en su más reciente modelo: el
bachaqueo de productos de primera necesidad amparados en la escasez y el
desabastecimiento. En otros tiempos, venían siendo absorbidos por el inmenso
manto del estado venezolano a través de las misiones y becas que pretendían,
con base a sueños e ilusiones, “vender” a los beneficiados el usufructo de los
estertores de una renta petrolera que se hace exigua e inalcanzable para los
amparados del populismo ramplón que maneja el país. Una gran parte de los
desempleados que ha generado el trance económico y a quienes no alcanzan los
ingresos para subsistir en una economía impactada por la falta de toma de
decisiones correctas y que a la postre, ha dejado correr la terrible
determinación de la devaluación en la construcción de una estructura de costos
que no se corresponde con los ingresos familiares, han optado por echar mano de
dos cosas: la formación básica de cocina y a la creatividad.
No es una
sorpresa ver cómo desde hace unos cuatro a cinco años, en las calles, avenidas
y carreteras de nuestra isla de Margarita, venimos apreciando un incremento de
la comida casera en los garajes y jardines de la ciudad. Del mismo modo, la
comida chatarra, amparada por la ineficacia de los municipios se extiende como
una bacteria en las aceras de nuestras ciudades sin los debidos controles
sanitarios, ni higiene ni de salubridad. A esto agregaremos el importante
aporte de los ingeniosos emprendedores que se avocan a construir nuevos y
audaces productos, muchos de los cuales miran hacia nuestra cultura,
idiosincrasia, ingredientes y recetas.