“Se le pudrió el corazón a Milosevic en el calabozo, una noticia interesante frente a la sospecha de que no tenía nada en el espacio intercostal que no fueran unas calaveras calcinadas”. Así lo ha escrito Carlos Raúl Hernández. Ha muerto uno de los más notables genocidas de la época uno de los tantos que ha conocido el mundo entero. Tanto allá como aquí. Hace apenas unos 30 años se instauraba por estas tierras del sur una camada de gorilas siguiendo una pavorosa tradición latinoamericana de golpes furiosos de derecha apoyados por el imperialismo norteamericano. Hace 30 años corren sangre en el recuerdo maltrecho de miles de familias argentinas. Huele a genitales cauterizados, a sangre seca en los labios, a mentadas amordazadas en la boca del estomago. Huele a la oscura fe ciega de los fanáticos. Malditos seguidores de los populismos y las hegemonías. Aquellas surgidas en la pesada bota militar derechista, en las ansias de poder de los poderosos y en las explotaciones encubiertas de la miseria humana. Otros sufrimos ya no al “carnicero de los Balcanes”, ya no “los gorilas argentinos”, ya no “al General Chapita” de los dominicanos. Ahora en pleno siglo XXI los venezolanos, auténticos y sabrosones gozamos de una autocracia pre-moderna. Una dictablanda surgida de una democradura. Un nuevo esquema político acariciado en la sublime ensoñación de los oprimidos.
Y es que estos procesos hegemónicos, sean de izquierda o de extrema derecha, siempre terminan por asfixiarse ellos mismos. Esto ha hecho que, si bien una de las leyes de la sociedad es que toda revolución se corrompe absolutamente con el tiempo, las revoluciones poscomunistas traen el corazón podrido desde la niñez.
Y el riesgo enorme es que esta supuesta revolución nacida en una extraña, curiosa e inefable mezcla de militares con izquierdosos, se nos sobrevenga en una locura fanática y atesorada en las arcas de los ingentes recursos petroleros que sostienen este sueño revolucionario. Ya no a modo del caribeño, realismo mágico y muy tropical estilacho de un soberbio y súper millonario presidente, democráticamente elegido, sino a modo de dictadorzuelo que en su ensoberbecido e intolerante estilo comienza a andar a grandes zancadas usando la bota que lleva por dentro protegido por leyes pret-a-porter, una libertad de expresión riesgosa y todos los poderes públicos arrodillados en Palacio. Ya ese cuento del respeto a la dignidad humana y a la distribución equitativa de la riqueza suena a teleculebrón. El pajonal de la corrupción ha sido encendido en la misma dirección en la que el ventilador de excrementos se dirige denunciando a los sacrificados del proceso. Todo proceso revolucionario necesita ofrendas. Ya no el hambre y la desnudez que reclama el Líder. Ya no la vendimia de “ser rico es malo” cuando se malogra la imagen y se maltrecha la honestidad familiar. Ahora se necesita otro tipo de sacrificio. La historia demuestra que el monopolio del poder en manos de uno sólo se hace para que genios y cretinos iluminados por la luz del pueblo, reorganicen el mundo a su imagen y semejanza. Y la primera revolución poscomunista triunfante nacida en nuestro país, lleva la impronta de la precocidad de ser uno de los regímenes más corruptos que se recuerden en América Latina. Y se pregunta uno: ¿Cuanto faltará para que se le pudra el corazón a esta revolución imberbe? Es mas, ¿quién se atreverá a ponerle curitas a ese corazón podrido?
Y es que estos procesos hegemónicos, sean de izquierda o de extrema derecha, siempre terminan por asfixiarse ellos mismos. Esto ha hecho que, si bien una de las leyes de la sociedad es que toda revolución se corrompe absolutamente con el tiempo, las revoluciones poscomunistas traen el corazón podrido desde la niñez.
Y el riesgo enorme es que esta supuesta revolución nacida en una extraña, curiosa e inefable mezcla de militares con izquierdosos, se nos sobrevenga en una locura fanática y atesorada en las arcas de los ingentes recursos petroleros que sostienen este sueño revolucionario. Ya no a modo del caribeño, realismo mágico y muy tropical estilacho de un soberbio y súper millonario presidente, democráticamente elegido, sino a modo de dictadorzuelo que en su ensoberbecido e intolerante estilo comienza a andar a grandes zancadas usando la bota que lleva por dentro protegido por leyes pret-a-porter, una libertad de expresión riesgosa y todos los poderes públicos arrodillados en Palacio. Ya ese cuento del respeto a la dignidad humana y a la distribución equitativa de la riqueza suena a teleculebrón. El pajonal de la corrupción ha sido encendido en la misma dirección en la que el ventilador de excrementos se dirige denunciando a los sacrificados del proceso. Todo proceso revolucionario necesita ofrendas. Ya no el hambre y la desnudez que reclama el Líder. Ya no la vendimia de “ser rico es malo” cuando se malogra la imagen y se maltrecha la honestidad familiar. Ahora se necesita otro tipo de sacrificio. La historia demuestra que el monopolio del poder en manos de uno sólo se hace para que genios y cretinos iluminados por la luz del pueblo, reorganicen el mundo a su imagen y semejanza. Y la primera revolución poscomunista triunfante nacida en nuestro país, lleva la impronta de la precocidad de ser uno de los regímenes más corruptos que se recuerden en América Latina. Y se pregunta uno: ¿Cuanto faltará para que se le pudra el corazón a esta revolución imberbe? Es mas, ¿quién se atreverá a ponerle curitas a ese corazón podrido?
Publicado Sol de Margarita. 04 de Abril de 2.006
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