“En otro lugar no pongas tus esperanzas:
no hay barco para ti, no hay camino.
Al perder tu vida aquí, en este rinconcito,
Al perder tu vida aquí, en este rinconcito,
en toda la tierra la has destruido”.
Constantino Kavafis
Constantino Kavafis
Para los arquitectos modernistas integrar el arte a la arquitectura fue una de las líneas de diseño más importantes. Para otros, la relación intrínseca de la ciudad con el arte es parte de la sensibilización y humanización que debe aportar el tejido urbano al habitante. Una ciudad que vive de espaldas al ciudadano, al peatón, al habitante es una ciudad sin arraigo, sin pertenencias, sin apego. Una ciudad sin silencios, sin alegrías y sin paisaje. La Isla de Margarita y las ciudades que la componen ha ido creciendo a fuerza de impulsos espasmódicos que son el resultado de las explosiones económicas que se viven en el resto del país. Quienes aquí vivimos sufrimos por estos días los embates del boom constructivo regional.
Pero para querer una ciudad hay que caminarla, transitarla, introducirse en sus arterias, sufrirla y disfrutarla. Muchos dicen, Ungaretti lo decía, la ciudad es lo que su pueblo es. Pero entonces nuestra isla se nos niega al paso, al descampado al rito de recorrerla. Una ciudad arisca y esquiva para tomarla y conquistarla. Ardua al paso del verano incesante, el calor eterno de sus caldos. Y los creadores de la ciudad, urbanistas escasos o políticos malvenidos en urbanistas (cuando deciden) crean calles, corredores viales, avenidas y autopistas sin reparar en el tejido que la ciudad, el respiro de sus habitantes, el ritmo, el vacío. Vivimos en una ciudad que se le niega al peatón.
Sufrimos de una ciudad que en tramos esta desconectada entre si. Pensada para el automóvil y cada vez mas alejada del habitante. Una ciudad que extravía el contacto con el peatón, desencuentra el hombre con su paisaje, a no ser el contacto con el mar a modo de recreación y de disfrute del ocio, pero no del paisaje ni de su posibilidad de identificación intima. El peatón insular le es imposible caminar por su ciudad, le han sido negados los espacios para ello. No hemos sido amables en darle al peatón zonas de sombra para su disfrute, ni un mobiliario urbano que le pertenezca; un banco para el descanso oportuno, una sombra, una cesta para el desperdicio. Apenas unas paradas para el transporte público le han sido regaladas. El peatón margariteño no puede llegar a sus centros comerciales sin antes arriesgar su vida en ese pasaje lúdico ante al automóvil de las avenidas de alta velocidad que les rodean. ¿Por dónde camina el margariteño? ¿Cuáles los boulevares? ¿Dónde las caminerías? ¿Dónde las pérgolas, las protecciones, el pedazo de techo para guarecernos del inclemente sol?
Y por ello es importante que los gobernantes de turno, tomen la debida reflexión para entender que la ciudad hay que pensarla, planificarla, ayudar a construirla. Al habitante hay que recrearlo, oxigenarlo. En la ciudad hay que respetar los tiempos del habitante que es su vida, hay que proveerle de todos sus servicios. Ni siquiera podemos considerar que el habitante pueda tener sentido de pertenencia si entrado el Siglo XXI aun permanezca ausente el suministro confiable y permanente del agua potable, por ejemplo. Tan inexcusable como carecer de los restantes servicios e infraestructura que sostienen el funcionamiento de las ciudades contemporáneas.
Y con el arte también hemos sido mezquinos. No solo es la selección y colocación del arte embelleciendo la trama urbana. La Perla de Soto, felizmente restaurada solo puede ser disfrutada desde los veloces autos que le circundan. Los Arcos interrumpidos del maestro Cruz Diez, apenas insinúa una caminería para atravesarlos. Igual con Mateo Manaure o el terror que se enterró en el concreto que inmovilizo La Ronda de Narváez a un costado de la Plaza Bolívar de Porlamar.
En lo que respecta a nuestra ciudad, nos resulta muy difícil lograr el éxito en esta integración de las Artes y la Ciudad, si todas estas intervenciones no van acompañadas de proyectos profundos y consolidados dentro de un Plan Maestro para convertir definitivamente a la Ciudad en un lugar más vivo para vivir, antes que humano para sobrevivir... Vida, ciudad, arte y habitante integrados en una excelente oportunidad que será el museo vial Jardín de Esculturas del 1er. Simposium Internacional de Esculturas Margarita 2.007 que se esta levantando en la Avenida Luisa Cáceres de Arismendi.
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