La capital de la Isla de
Margarita no solo ha sido una referencia atávica en la construcción de los
sabores insulares sino que también viene a dar muestras irrefutables de su
presencia e importancia en el recetario margariteño. No solo en la incorporación
de los productos locales y estacionales, variedad que incluso marcan una
diferencia considerable con el resto de la geografía insular, siendo la capital
del estado Nueva Esparta, también sus condiciones climáticas y topográficas le
aseguran un acercamiento a la despensa inmediata bordeada de áreas agrícolas
históricas, conucos, siembras domesticas y la arborización urbana y espontanea
de la ciudad. Árbol de pan del ano, merey, mamey, cotoperiz, maco, pomalaca, jobito
y tantos otros frutales marcan esta despensa asuntina histórica. Todo ello, al
lado de los extendidos hornos panaderos y su profunda y arraigada tradición de
producción y creación panadera de la Asunción que se retrata en la historia
gastronómica del país.
Lamentablemente, por razones
que no ahondaremos acá, la oferta gastronómica en esta zona de la isla no ha
sido extendida ni profundizada. A no ser por puestos de tradicionales
empanaderas de calle como la famosa María Paloma o Erenida Salcedo, algún
kiosco de comida playeros o a orilla de carretera y otros tantos puestos de
comida y restaurantes en los alrededores de la capital, es muy limitada la
oferta gastronómica en La Asunción.
Por ello celebramos
enormemente, no solo el arribo de dos escuelas gastronómicas a la capital del
estado, sino que aplaudimos con efusividad la aparición de una oferta
gastronómica que viene a impulsar y dinamizar este olvidado sector en el
entendido de los beneficios económicos, sociales, culturales y turísticos que
trae a toda la zona, deprimida inexplicablemente desde hace mucho tiempo.