La Isla de Margarita
ha venido convirtiéndose en una referencia de turismo gastronómico nacional en
los últimos tiempos, sin saberlo. ¿A quién no le han encargado un queso de bola
cuando viene a pasar unos días en la isla? ¡A cuántos no nos encargan alguna
bebida o licor de antigüedad cuando vamos a alguna reunión o paseo por el
territorio nacional? ¿Cuántos matrimonios en el país no han sido regados y
bautizados con los spirits de la oferta local? Las facilidades arancelarias
desde tiempos de la Colonia han determinado no solo las posibilidades
comerciales sino también con sus productos, ingredientes, condimentos y
especias reformulan, cambian o evolucionan las recetas y sabores. A todo ello
agregamos la inacabable oferta de licores que a través de los atractivos
precios siempre han terminado por elaborar una provocadora carta de caldos,
destilados y espumantes que son buscados por aficionados o catadores, por
propios y extraños. Es así como desde hace 10 años ha venido cambiando
consecuentemente la oferta gastronómica en la ínsula, afianzándose este
atractivo adicional e importante como destino turístico por excelencia. A saber
ya no solo aquella oferta de playas y comercio que seduce a millones de
visitantes, sino también la seguridad, las mesas y la generosa hospitalidad del
margariteño.