ORIGEN
Desde que los españoles avistaron esta tierra de gracia, hace más de 516 años han sido muchos los ostrales que se han convertido en alimento para dar una contundente demostración de riqueza marina y fortaleza desde la sustentabilidad primigenia.
Desde que los españoles avistaron esta tierra de gracia, hace más de 516 años han sido muchos los ostrales que se han convertido en alimento para dar una contundente demostración de riqueza marina y fortaleza desde la sustentabilidad primigenia.
Es
aquí donde convergen los sabores del mundo y los ingredientes indestructibles y
universales de la humanidad que llegaron a nuestra Paraguachoa y desde aquel
entonces conformaron un perfil histórico de nuestra alimentación y nuestra
gastronomía. Para bien o para mal, es en ese rastro donde conseguimos la
profundidad de nuestra impronta. Sabores e ingredientes que se unieron a
nuestros propios y exóticos frutos, estacionales y únicos que nos dan una marca
de origen, un inobjetable carácter universal que arranca desde nuestro fenotipo
indígena mezclado con el negro africano traído a estas latitudes hasta la sazón
y gusto margariteño, nuestro e innegable.
Es
también en esa isla donde el humor y la inventiva han dejado una bandera izada
para siempre: el siete potencias, el rompecorchón, el vuelve a la vida, el
guiso con pata e’ cabra, la empanada de cazón o de pabellón margariteño, el
hervido de pescado, o el imperdible pescado frito de orilla e’ playa. Las
arepas de sabores diversos y más curiosos aun. Platos y emblemas que no han
dejado de lado la tradición ni los sabores que están en nuestros paladares: el
jengibre, el comino, el achote, el piñonate, el dátil, el aceite de oliva y el
queso holandés. Es esta isla donde por más extravagante que nos sepa la
realidad siempre conseguiremos, en la muy insular y creativa forma de abrazar
la libertad intrínseca de este pueblo de gracia, algún sustituto para la
construcción de los sabores y la reinvención infinita de las recetas
margariteñas.