sábado, marzo 14, 2015

PALABRAS EN LA INSTALACION FILCAR 2015


Antonio López Ortega 
Pienso en las siguientes imágenes: una niña está sentada sobre un tapiz de grama artificial y en su regazo trata de pasar las páginas de un libro enorme; otro niño abre sus ojos hasta más no poder cuando le muestran la estampa de una jirafa y le dicen que ese nombre se escribe con J; un lector miope acaricia los lomos de unos libros donde sólo puede reconocer títulos y autores; un joven se acerca y le pregunta a un librero qué quiere decir la palabra metamorfosis: el librero lo ve y le contesta Kafka; alguien en una esquina pregunta por libros de Clarice Lispector pero su interlocutor sólo conoce a Guimaraes Rosa; un joven inquiere por literatura manga pero otro le dice que sólo tiene ilustraciones de mangos; un bachiller busca un libro llamado La mago de la máscara de vidrio pero quizás ignora que a pocos pasos su autor, Eduardo Liendo, firma ejemplares; una bella joven llamada Eneida sonríe cuando descubre que su nombre es también el título de un viejo libro de aventuras; dos escritores conversan porque tenían años sin verse; el poeta Rafael Cadenas camina por unos pasillos como el más humilde de los lectores; alguien carga con una caja; alguien ordena libros en un anaquel, alguien eleva meticulosamente una pirámide de textos hasta crear una escultura; todos conversan; todos ríen; alguien encontrará el libro que le cambiará la vida para siempre. Si hasta ahora nadie adivina qué es lo que esta secuencia de imágenes cuenta, puedo adelantarles que estamos en una feria del libro.
Sin embargo, más allá de la fiesta o la celebración, no podríamos ocultar que el libro, y en general toda la industria gráfica en Venezuela, vive momentos apremiantes. Los signos de depresión se han agravado, sin que haya mediado ninguna respuesta. Es suficientemente notoria la escasez de papel periódico, la imposibilidad de importar libros, la ausencia de preferencias,  bonificaciones o tratamientos especiales. No hay papel para imprimir, ni tintas, ni repuestos para las imprentas, ni planchas. Y, sin embargo, al menos tres ferias hechas con mucho esfuerzo –la FILU de Mérida, la FILUC de Valencia y el Festival de la Lectura de Plaza Altamira en Caracas– cumplieron sus propósitos en 2014 y se mantienen vivas pese a dificultades de todo orden. Se me dirá que no deja de ser una extrañeza organizar ferias en estos tiempos tan adversos, pero eso habla también de la necesidad de mantener el espacio edificante de la lectura contra todos los maleficios y condenas que lo rodean.
Que la Universidad de Margarita, “alma mater del Caribe”, se sume a esta celebración nacional del libro habla de la visión y convicción de sus autoridades. Tanto el rector Beauperthy como todo su Consejo Superior vieron con claridad, con inteligencia, que esta universidad tiene toda la legitimidad para albergar, organizar y sostener a esta naciente FILCAR. Con ese gesto la UNIMAR también se hace parte de una tradición, pues ferias como la FILU y la FILUC, con años de trayectoria, fueron creadas y sostenidas, respectivamente, por la Universidad de los Andes y por la Universidad de Carabobo. En este sentido, para nosotros tiene especial relevancia que en este auto bautismal nos acompañen Jessy Divo de Romero, “rectora magnífica” según reza el protocolo de la Universidad de Carabobo, junto a Rosamaría Tovar como presidenta de la FILUC, y Albe Pérez Perazo, Presidenta de Cultura Chacao, máxima responsable del Salón del Libro de Altamira. Estas dos ferias son las más importantes de Venezuela, y tenerlas hoy tan cerca, representadas por sus autoridades, nos hace sentir que nacemos con dos muy buenas madrinas, que nos darán guía, consejos y espero también que mucho amor. Y hablando de amor se me hace imposible no agradecerle al rector Beauperthy que meses atrás me haya puesto a la cabeza del Comité Organizador de Filcar. Y lo confieso hoy aquí porque Pedro Augusto nunca me dijo que me rodearía de mujeres. Entenderán entonces ustedes por qué en todos estos meses de arduo trabajo me he sentido como un bienaventurado, pero entre todas mis mujeres: Antonieta, Graciela, Esther, Carmen Elena, Marisol y Nela. A todas ellas, mis sentimientos de respeto y mi profundo amor.
Sumar a la naciente FILCAR a la red de ferias de Venezuela no significa que las dificultades del sector libro desaparezcan de un día para otro, pero sí que el público lector sigue ávido de otro trato, de otra oferta, de otro tipo de políticas públicas en torno al libro. No podemos permitir que Venezuela se aísle del conocimiento, se empobrezca con la caída de la edición local, se borre con bibliotecas desactualizadas, se extinga con autores que no pueden publicar. Las ferias al menos nos permiten mantener la discusión, el debate; levantar diagnósticos y ofrecer sugerencias; reencontrar a nuestros escritores y pensadores; formar y guiar a nuevos lectores; contagiar a un público que desconoce la magia de la lectura. Frente a la ausencia de la letra, el entusiasmo de quienes buscan la letra; frente a la caída de la oferta librera, la furia de quienes siguen buscando libros; frente al ostracismo y el conformismo, la hazaña de quienes nunca se conformarán con un mundo sin páginas; frente a los estantes vacíos, los estantes imaginados o deseados; frente a la ceguera que nos imponen, la vista que va más allá del horizonte. A estas revelaciones contribuirá FILCAR. Libro es sinónimo de libertad, y no hay libertad sin libros. La fiesta librera regresa para que los lectores sigan aspirando siempre a más.Tres agradecimientos esenciales se nos hacen inevitables en estos momentos: a la UNIMAR y sus autoridades, por haber hecho posible esta Feria, por haberla hecho suya; a todos nuestros patrocinantes, nacionales y locales, que han creído en esta empresa; y a todos los expositores que nos acompañan después de recorrer muchos kilómetros y experimentar muchos desvelos.
Vuelvo a las imágenes del principio para recordar que hace exactamente cien años, en 1915, un joven escritor llamado Franz Kafka publicaba un relato llamado “La metamorfosis”, pieza esencial de la literatura moderna. Autor de entreguerras, pesimista y desesperanzado, ya casi en su lecho de muerte Kafka le suplicó a su gran amigo Max Brod que quemara todos sus libros. Afortunadamente, por no hacerle caso, le debemos a Brod que hoy conozcamos la obra de este checo de habla alemán y minoría judía. Kafka dijo alguna vez que todo gran libro es aquel capaz de quebrar el hielo que habita en cada uno de nosotros. Los invito entonces a recorrer estos cálidos espacios y encontrar un libro que sea capaz de quebrar el hielo que todos llevamos dentro. De verdad se los deseo de todo corazón.


Muy buenos días y muchas gracias. 
Antonio López Ortega (*)
Presidente del Comité Organizador
FILCAR Margarita 2015

(*) Agradezco a ALO por habernos cedido sus conmovedoras y sensibles palabras pronunciadas en el acto de inauguración de la Feria Internacional del Libro del Caribe Margarita, el día viernes 27 de Febrero 2015.   

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