Palabras leídas en homenaje RUBEN Y SUS AMIGOS,
cierre de Margarita Gastronómica 2015
En Margarita todo es posible, el placer aterido a los
manteles y la estampida inerte de los adolescentes. A Margarita vienen cada
tanto tiempo los turistas como quien huye tras la pérdida del amor o las
habilidades del calor hogareño, para quienes guarda en el salitre su arma
predilecta y en la alegría la ausencia del reposo. Aquí parece que nada se
acerca a la eternidad a menos que nos veamos retratados en el guiso del ají
dulce o en la fritura del achote. Cuando exploramos esta isla no es el hombre
el que escurre su ignorancia en la arena de la playa, es el discurso iterado de
la espuma salada la que habla. No es el Pitiguey el que lanza su semilla al
vacío, ni el Cardón que juega al equilibrio de la brisa. En Margarita es la
madrugada la que canta el firme encanto de la salina. La discreta sapiencia de
los pueblos alejados, la áspera hospitalidad de los pescadores, la inveterada
humildad de su gente. En Margarita el paladar es una caldera hirviente donde se
evaporan los encantos del silencio. Aquí los mangles caminan hacia el mar y el
hombre se encierra en su profundidad. En la de aquellos que hacen suya esta
tierra, aquellos que traen espuma en sus ombligos y los que reniegan de ella
para escupir su nombre en Tierra Firme.
Y en esa hondura, Rubén Santiago aprendiendo el
lenguaje del canto marino y la tertulia entendió la inminente necesidad del
equilibrio de los sabores entregándose en los fogones como parte de la mixtura
y el contraste. Allí entendió, parafraseando al poeta Eugenio Montejo, que su
terredad comenzaba en la inseparable condición del Mar.
Desde hace mas de 40 años, este bar-tender devenido en
cocinero, se decidió a permanecer en el territorio del salitre, valorando lo
que de suyo tiene esta ínsula resonando en su música y sus cantos. A decir del
propio Santiago “el único lugar de Venezuela, donde han entendido que el amor
entra por la boca es en Margarita”. Y es que Rubén lleva el canto margariteño a
todas partes, haste n el ringtone de su celular. Remata diciendo: “Para ser
cocinero en Margarita hay que estar compenetrado musicalmente con esta tierra”,
remata el cocinero.
Lleno de tiempo y juventud, este cocinero nacido en
tierras trujillanas pero escaldado margariteño por autodeterminación de sus
sueños, no deja de entregar recetas de Pastel de Chucho a propios y extraños. A
quien le visita en su restaurante, a quien se tropieza en alguna calle, avenida
o mercados, en alguna feria o evento gastronómico. No escatima ni esconde sus
secretos ni sus técnicas, ni los ingredientes ni la composición de las recetas.
Eso sí, le dice de antemano a todos: “Ahí están todos los ingredientes de la
receta. Pero falta uno que no te lo puedo dar, que es el que llevo aquí…”
llevándose la mano derecha al pecho del lado del corazón, que es el mismo lado
en el que Rubén Santiago lleva a la Isla de Margarita anclada como una
sentencia de vida. Es ese mismo lado del pecho donde alegre atesora las arrugas
que cuadriculan el rostro de las viejitas de sus afectos, las mismas líneas que
dibujan los paisajes de Vásquez Brito y los cortes del ají dulce de los guisos
de Chica Guerra.
Es el mismo lado donde desde hace muchos años soñó con
MARGARITA GASTRONOMICA de sus amores. Por la que suda y entrega pasión, ofrenda
vida y salud, regala recetas y besa viejitas…
A Rubén le arde la mirada de tanto sol y tanta arena.
Así es su gran amor por esta tierra, inmenso como el mar que se encoje o se
estira cuando brinda su Pastel de Chucho con la sonrisa de la dignidad y los
arreboles tiernos de un viejito que no quiere envejecer sino vivir para seguir
dando por esta isla y este hermoso país. ¡Larga vida, Maestro!
FERNANDO ESCORCIA
Pampatar, 30 de Octubre, 2015
Viva Ruben Santiago,,, siempre en la memoria del gusto y del cariñoso abrazo.
ResponderBorrarGracias Fernando,, por tan sentidas palabras. Abrazos