Nuestra Isla de Margarita sigue recibiendo el impacto de una crisis económica, social y financiera nunca antes vista en nuestras tierras, y que hace
profundos estragos en la población y los sectores activos y productivos del
país. Crisis que se expresa en la escasez y el desabastecimiento permanente de alimentos y bienes importantes en la vida cotidiana y sustentación del margariteño. No dejemos de lado el profundo deterioro de infraestructura y servicios,
aunado a la escasez y el definitivo desabastecimiento de bienes con el
respectivo impacto en servicios y el sector comercial y culinario. A todo este panorama, sumamos las medidas de
protección ante la pandemia por COVID-19 que llevaron al país a restringirse
por medio de la cuarentena y el distanciamiento social. Un párrafo funesto que
en apenas 120 gruesas palabras intenta presentar una iniciativa optimista y
constructiva que busca generar certidumbre, iluminación y esperanza para afrontar
los tiempos post-cuarentena. Con ello demostramos que no estamos aislados ni pasando por alto nuestra golpeada realidad. Es así como intentamos volver la mirada hacia nuestra Isla de Margarita.
Porque
será el incansable e impenitente sector culinario el que ha permanecido activo
hasta en los momentos más duros, difíciles y trágicos de la humanidad,
brindando alimento y consuelo en donde le ha tocado permanecer estoicamente.
Será precisamente el sector gastronómico quien se levante para abrir sus
puertas y recibir con una inmensa sonrisa al comensal local y al
visitante que venga en búsqueda del sabor margariteño como un bálsamo o como
una comunión. Y en nuestra isla lo ha hecho y seguirá manteniéndose activo
brindando sustento además a quienes tienen su vida entregada a los fogones, la
producción, la pesca, la cría y los emprendimientos locales.