Fuimos a saludar a nuestras queridas Esther
y Aisha y al tiempo que registráramos esta versión muy de La Casa de Esther, de
este plato patrimonial margariteño. Tarea que venimos haciendo con platos y
restaurantes que incorporan, recrean y mantienen en sus cartas parte de esa
herencia culinaria insular, tan importante para difundir, promover y defender nuestra
cultura e identidad. Al mismo tiempo, lo validamos como uno de los valores que
siguen dando fortaleza a nuestra cocina, con historia y narrativa como parte de
la experiencia gastro-turística como sólido destino turístico diferenciado en
el país y el caribe.
Esther nos explicaba la utilización del frijol carita pintada, como le decimos acá en la isla, pues es el que últimamente se consigue, aunque el preferido de los margariteños ha sido siempre el frijol blanco, que se cultiva con mayor insistencia en Arismendi y Gómez.
A parte de la típica preparación del frijol
en nuestra tierra, que efectivamente lleva algo de dulce y carne de cochino
salpresa, Esther lo recreó agregando además de la pimienta y comino algo mas de
picante misterioso y papelón. También nos relató el haberle preparado un guiso
de cochino y piel de cochino frito molido como parte del encanto de este
sencillo, sabroso y arrollador plato de frijoles.
En la presentación nos honraron con ese
plato simétrico que consta de un timbal central de frijoles con el siempre
encantador huevo frito de corona. Además, nos encontramos con las hermosas
barandas de tajadas de plátano maduro y medias lunas de arepa pelada
margariteña, además fritas, a cada lado del timbal, dándole hermosura y rigor a
un plato que además incorpora a su diseño la forma de degustarlo. “Con la arepa
se recoge y limpia el plato”.