Se sabe que cuando uno va ahora a una mesa pública va
en busca de experiencias culinarias y que, además, vayan acompañadas de
una narrativa coherente y conectiva. Si a eso agregamos que en ellas buscamos
un hilo conductor, un discurso y, además, nos describan la trazabilidad de los
ingredientes y productos, su conexión con el ambiente, se asocien a los temas éticos
y de sostenibilidad, entonces nos acercamos a los nuevos conceptos de la
gastronomía con conciencia social y ecológica de estos tiempos. Del mismo modo en
que nos acercamos a una nueva tendencia del yantar en las mesas de alta cocina,
como lo es el nuevo lujo.
En días recientes, tuve la certeza de estar en una
mesa para descubrir, conocer y reconocer un nuevo mundo culinario. Fueron dos
remolinos de saberes y sabores que estaban bordeando la mesa y que aún hoy me
dejan pensando, saboreando y deconstruyendo en el paladar esta experiencia.
Se trató del disfrute del Menú Degustación 2025 de El
Bosque Bistró que dirige el chef Iván García en Los Palos Grandes en Caracas, que,
a su vez, tuvo la particularidad deliciosa de haber podido compartir, conversar
y versar de tantos temas en mesa con el cocinero e investigador colombiano
Fernando Peñuela. Fueron dos sutiles vendavales que se posaron sobre la mesa y
que hizo que casualmente coincidiéramos sobre ese mantel como dos viandantes
que van en busca de experiencias con el vivo afán de conocer y aprender.
Todo había confluido para que a la 1:15 minutos de esa
tarde, yo lograra estar allí sin ningún tipo de obstáculos; para que, desde la
Isla de Margarita, llegara a tiempo a esta invitación que me había hecho Iván,
hacia apenas un par de días. Todo confluyó, repito. Todo. Adelanto del vuelo,
retrasos en la recepción del complejo equipaje, la no llegada de quien debía
recogerme en el aeropuerto, cambio de agenda para el evento COME LAGA en la Universidad Católica Andrés Bello para el
que había sido invitado, mi amiga casera que me recibiría se había esfumado y
tampoco sabía dónde dejar el pesado equipaje que portaba. Pero había un detalle,
estaba en perfecto tiempo para la invitación y estaba apenas a 200 metros del
restaurante de Iván. Era inevitable que fuera a vivir esta experiencia.