Lo tuyo es mío y lo mío es mío. Bajo esta premisa debemos sostener nuestras libertades. Seria algo así como el socialismo a la venezolana, pero al revés. La autentica democratización de capital estatal, el usufructo de la renta petrolera repartida en partes iguales o al menos en becas o misiones distribuidas entre la mayor cantidad de venezolanos de acuerdo a sus acercamientos. Si por ejemplo, solo podemos extraer de ellos su voto pues tendrá menos derecho a disfrutar que el que se ha dedicado a creer en los sembradíos organoponicos en avenidas y calles de nuestras ciudades. Otros obtendrán mas o menos si vienen de la magnifica experiencia del gallinero vertical, el kit del conuco o de la Misión Vuelvan Caras. También podremos concebir un afianzamiento de las teorías de la solidaridad y el cooperativismo, tratando de abolir la posibilidad de la acumulación de riquezas e incluso la posibilidad de abordar el mercado con el excedente de producción. No existirá el lucro por lo tanto, no existirá la acumulación ni las diferencias sociales; ergo, no podrá ni comprarse un automóvil ni una casita. Esas serán taras arrastradas del imperialismo: sin techo, desnudos y sin zapatos pero defendiendo al estado autoritario que reparte a cada quien de acuerdo a sus gustos.
Puede que algunos obtengan recursos como para poder abstraerse del fondo socialista y tener en casa decodificadores de televisión por cable, vehículos producidos por el Imperio y hasta computadoras y tocadores de música alienante venida del neoliberalismo salvaje. Puede que hasta gusten del “guesgue beata” y el champaña. Son sacrificios que se permiten en esta fase del (perdonen la expresión) “cross-over” hacia el socialismo del siglo XXI. El comunismo personalizado da para esto y hasta para dejar de producir por el país con tal de no entregar la plusvalía a los cachorros del neoliberalismo salvaje. Para ello el Papa-Estado reparte la renta entre nosotros sus eternos agradecidos.
Entre otras cosas, tampoco se puede olvidar el tema de la propiedad de la tierra y los medios de producción. También debe descansar en manos del todopoderoso Estado, siempre representado en una sola figura, El Líder que sabe exactamente que hacer y como repartir a cada quien de acuerdo a “sus” necesidades, las del Líder, obviamente. Hasta las más intimas. Para eso, deberá ser suprimido todo intento de individualismo o particularidad. No es el tema de las grandes carencias sociales, educativas y asistenciales. Se trata de colectivizar las necesidades para que entre otras cosas le salga más barato la cosa al estado, para no andar con el fastidio ese de atender los particulares intereses de algunos, que suena muy proto-burgués. Lo mejor es por docenas, eso si, por gruesas, para que perdure la sensación colectivista sin ninguna apariencia de individualidades.
Para todo ello debemos en fin, olvidarnos de la historia y las posibilidades de sobrevivencia de acuerdo a las posibilidades pero en todo caso, es preciso vencer la inteligencia a fuerza del sustrato que se va quedando en los discursos demócratas para deslindarse de las características ancestrales del hombre que conllevan al progreso y la felicidad.
En todo esto pesa la visión de los iluminados, esa suerte de salvadores del mundo, que se creen mas inteligentes que nadie para ofrecernos un mundo de iguales en el que esa dictadura del proletariado no puede ser tomada en serio en tanto que como en la Granja de Orwell, hay unos animales mas iguales que otros, con el perdón de los animales. La abolición de la propiedad privada, las libertades y del abierto ejercicio de nuestras conciencias y nuestros criterios requiere definitivamente de una fuerte consistencia esférica. Incluso puede allanar su más intima frustración. Es la colectivización de la alegría, constreñida al cuadrilátero de sus sabanas o al corral de su granja. No pueden concebir la libertad en tanto que ella, como alimento de nuestra felicidad, no puede ser digerida por quien desentierra la hoz para cercenar las piernas de sus hijos.
Lo mío y lo tuyo a su disposición. Es el reino de los imbeciles, la granja en la que pasta la más funesta locura para convertirnos a la fuerza en parásitos participantes y protagonistas; no obstante, impedidos de crecer, amar, decidir y ser libres, haciéndonos creer que su limosna nos hace independientes y felices. Así nos quieren porque tampoco reina la alegría en sus corazones.
Puede que algunos obtengan recursos como para poder abstraerse del fondo socialista y tener en casa decodificadores de televisión por cable, vehículos producidos por el Imperio y hasta computadoras y tocadores de música alienante venida del neoliberalismo salvaje. Puede que hasta gusten del “guesgue beata” y el champaña. Son sacrificios que se permiten en esta fase del (perdonen la expresión) “cross-over” hacia el socialismo del siglo XXI. El comunismo personalizado da para esto y hasta para dejar de producir por el país con tal de no entregar la plusvalía a los cachorros del neoliberalismo salvaje. Para ello el Papa-Estado reparte la renta entre nosotros sus eternos agradecidos.
Entre otras cosas, tampoco se puede olvidar el tema de la propiedad de la tierra y los medios de producción. También debe descansar en manos del todopoderoso Estado, siempre representado en una sola figura, El Líder que sabe exactamente que hacer y como repartir a cada quien de acuerdo a “sus” necesidades, las del Líder, obviamente. Hasta las más intimas. Para eso, deberá ser suprimido todo intento de individualismo o particularidad. No es el tema de las grandes carencias sociales, educativas y asistenciales. Se trata de colectivizar las necesidades para que entre otras cosas le salga más barato la cosa al estado, para no andar con el fastidio ese de atender los particulares intereses de algunos, que suena muy proto-burgués. Lo mejor es por docenas, eso si, por gruesas, para que perdure la sensación colectivista sin ninguna apariencia de individualidades.
Para todo ello debemos en fin, olvidarnos de la historia y las posibilidades de sobrevivencia de acuerdo a las posibilidades pero en todo caso, es preciso vencer la inteligencia a fuerza del sustrato que se va quedando en los discursos demócratas para deslindarse de las características ancestrales del hombre que conllevan al progreso y la felicidad.
En todo esto pesa la visión de los iluminados, esa suerte de salvadores del mundo, que se creen mas inteligentes que nadie para ofrecernos un mundo de iguales en el que esa dictadura del proletariado no puede ser tomada en serio en tanto que como en la Granja de Orwell, hay unos animales mas iguales que otros, con el perdón de los animales. La abolición de la propiedad privada, las libertades y del abierto ejercicio de nuestras conciencias y nuestros criterios requiere definitivamente de una fuerte consistencia esférica. Incluso puede allanar su más intima frustración. Es la colectivización de la alegría, constreñida al cuadrilátero de sus sabanas o al corral de su granja. No pueden concebir la libertad en tanto que ella, como alimento de nuestra felicidad, no puede ser digerida por quien desentierra la hoz para cercenar las piernas de sus hijos.
Lo mío y lo tuyo a su disposición. Es el reino de los imbeciles, la granja en la que pasta la más funesta locura para convertirnos a la fuerza en parásitos participantes y protagonistas; no obstante, impedidos de crecer, amar, decidir y ser libres, haciéndonos creer que su limosna nos hace independientes y felices. Así nos quieren porque tampoco reina la alegría en sus corazones.
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