Hemos llegado al borde del abismo y nadie lo quiere reconocer. Es diciembre y como siempre queremos olvidar rápidamente los errores y fracasos para internarnos en un mes de celebración, parranda y bochinche. Imposible huir hacia adelante. Nuevamente nos inunda el síndrome de las Naves Quemadas. Presuponemos que este diciembre es el último que viviremos en peligro. Pierdan cuidado, los próximos meses serán peores. Botaremos la casa por la ventana. Compraremos estrenos y propiedades, antes que perdamos el privilegio de escoger lo que quisiéramos. Incluso, nos limitaremos a bebernos las utilidades. Es el principio del fin. Luego de enero ya nada será igual. Mejor embriagarnos antes de enfrentar nuestras realidades. Mejor enajenarnos que vivir nuestros días incursos en el delito del realismo.
No huimos de nada que no viva en nosotros. Imposible escapar dentro de nosotros mismos. El mal se ha incubado en nosotros hace siglos. El 1 de enero no será un 12 de abril. Todos y cada uno de nosotros soñamos con vivir un eterno 12 de abril. Para cuando nos demos cuenta del grabe error de la abstención del 4 de diciembre pasado, por allá por el mes de marzo si acaso, ya será demasiado tarde para ser felices. Incluso nos daremos cuenta que perdimos demasiado a cambio de tan poco.
Al contrario de lo que nos decía el tecnólogo popular José Luís Zambrano, hemos dejado que se nos cierre el sol a mediodía. Hemos dejado que se apropien de nuestras instituciones, nuestras entidades. Hemos dejado que nuestros derechos sean manipulados. Hemos dejado en manos sectarias y autoritarias parte de nuestra esencia republicana y democrática. En estos momentos nuestras más importantes instituciones no son democráticas. No dejan espacios a la Justicia y la Libertad. Para reconstruirlas hay que, como dice el padre Ugalde, dejar de creer que los venezolanos somos idiotas. Pues por una parte, desde el oficialismo se nos intenta humillar y segregar, someter y dominar; mientras que en la dirigencia de la oposición persiste el terrible mal de la imposibilidad de defender nuestro derecho del voto. No han sido capaces de defender la institución del voto. En cambio nos enseñaron a dudar y a renunciar, en vez de defender el derecho universal del sufragio.
Uno y otro han cavado este oscuro foso en el que nos encontramos. Y nosotros no somos más inocentes por denunciarlo o callarlo. Todos hemos vivido al amparo de quienes creen tener capacidad para dirigirnos y le hemos creído. Hasta hemos votado por ellos, caramba. Aunque tarde, se impone una profunda reflexión en nosotros. Conociéndonos, el mes de diciembre no brinda posibilidad alguna para ello. Para cuando regresemos a nuestra inevitable realidad, en unas semanas, ojala no sea tarde para tratar de reparar los entuertos. Ya casi enero es una amenaza. Que nadie espere un nuevo abril. El poeta Eliot, sin saberlo en el siglo pasado ya nos lo dijo. Abril es el mes más cruel.
No huimos de nada que no viva en nosotros. Imposible escapar dentro de nosotros mismos. El mal se ha incubado en nosotros hace siglos. El 1 de enero no será un 12 de abril. Todos y cada uno de nosotros soñamos con vivir un eterno 12 de abril. Para cuando nos demos cuenta del grabe error de la abstención del 4 de diciembre pasado, por allá por el mes de marzo si acaso, ya será demasiado tarde para ser felices. Incluso nos daremos cuenta que perdimos demasiado a cambio de tan poco.
Al contrario de lo que nos decía el tecnólogo popular José Luís Zambrano, hemos dejado que se nos cierre el sol a mediodía. Hemos dejado que se apropien de nuestras instituciones, nuestras entidades. Hemos dejado que nuestros derechos sean manipulados. Hemos dejado en manos sectarias y autoritarias parte de nuestra esencia republicana y democrática. En estos momentos nuestras más importantes instituciones no son democráticas. No dejan espacios a la Justicia y la Libertad. Para reconstruirlas hay que, como dice el padre Ugalde, dejar de creer que los venezolanos somos idiotas. Pues por una parte, desde el oficialismo se nos intenta humillar y segregar, someter y dominar; mientras que en la dirigencia de la oposición persiste el terrible mal de la imposibilidad de defender nuestro derecho del voto. No han sido capaces de defender la institución del voto. En cambio nos enseñaron a dudar y a renunciar, en vez de defender el derecho universal del sufragio.
Uno y otro han cavado este oscuro foso en el que nos encontramos. Y nosotros no somos más inocentes por denunciarlo o callarlo. Todos hemos vivido al amparo de quienes creen tener capacidad para dirigirnos y le hemos creído. Hasta hemos votado por ellos, caramba. Aunque tarde, se impone una profunda reflexión en nosotros. Conociéndonos, el mes de diciembre no brinda posibilidad alguna para ello. Para cuando regresemos a nuestra inevitable realidad, en unas semanas, ojala no sea tarde para tratar de reparar los entuertos. Ya casi enero es una amenaza. Que nadie espere un nuevo abril. El poeta Eliot, sin saberlo en el siglo pasado ya nos lo dijo. Abril es el mes más cruel.
Publicado 21 de Diciembre de 2.005. Vespertino Tal Cual. Caracas
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