Cuando
llegamos por primera vez al Bar La Maricutana, no entendíamos por qué había
tanta gente esperándonos. Esa esquina de la
calle Zamora con Cacica Isabel, siempre nos había llamado la atención. Su
rotulo en la pared y a un lado de la puerta, un pilón, un ancla y una múcura
sobre un barril de madera, son los símbolos que permanecen anunciando la
permanencia de este lugar ícono de Porlamar desde 1940.
Nuestro
paseo fue un sábado, como todas las salidas del paseo. Había un rebullicio de gente
que parecía más bien una fiesta patronal. Luego del saludo de bienvenida de
Licho Cortesía, el sonriente y amable regente del local, junto a los hermanos Cortesía,
esposas, hijos, sobrinos y nietos; entramos en esta vieja casa que abriga desde
hace 84 años, a este emblema de los bares porlamarenses. Es el pionero de los
bares del centro de Porlamar. De hecho, está a escasos metros del mercado
pesquero de Punda, lo que lo convierte en el bar insignia de los pescadores,
desde mediados del siglo pasado.
Antes
de entrar, reparamos en un señor sentado en una silla plástica en la puerta del
local con una vetusta y lavadita camisa blanca, recién bañadito, apoyando sus
dos manos en un bastón y su hija al lado, con la mano derecha sobre su hombro.
Nos saludaron a todos, uno a uno. Nos daban las buenas tardes y nos agradecían
la visita. Al entrar en esta vieja casa, un túnel de canto y aplausos nos
reciben. Son las Guarichas de Punda, este grupo de danza y diversiones
porlamarenses, cultoras y portadoras de tradición de hace casi 30 años que
naciera allí mismo, bajo la dirección de Juan Lunar Cortesía, fundador y propietario
del bar. Nos hacen un significativo pasillo de bienvenida que nos lleva a la
sala principal, donde el Ensamble Horizonte en el que Purrungo y sus
compañeros, alegra a todos los asistentes y visitantes con música margariteña.
Parranda y margariteñidad, para ambientarnos en este espacio cálido y
atiborrado de gente y recuerdos.
Este
salón es casi un museo popular de las tradiciones insulares y una galería
fotográfica de Porlamar y Margarita. Un registro aleatorio de recuerdos,
vivencias, personajes y protagonistas en este territorio. Objetos, equipos y
artefactos que dejan asombrados a muchos jóvenes que por primera vez se acercan
a una sinfonola (nombre técnico de la Rockola) que está allí desde 1957, por un
valor de Bs 14.000 de la época y que fueron pagadosmoneda a moneda por los
asiduos visitantes, alegres o despechados a este lar emblema de Porlamar. La
“rockola” permanece allí; activa, asordinada y preservada, como parte de las
reliquias y del atractivo de este bar histórico, dejando sonar entre otros, las
notas del tema La Maricutana en un vinyl de 45 RPM, interpretado una y otra vez
por Yolimar Sandoval en este disco de 1977, aunque el tema es de 1964.
Del techo cuelgan los símbolos de las diversiones porlamarenses. Algunas de estas piezas han sido dejadas en desuso por su desgaste, pero no falta un entusiasta quien desee mostrarnos cómo se danza y celebra una “diversión”, como La Chucha Jiménez que por un “dolita” se anima y baja alguna figura y comienza a bailar por toda la sala llenándola de alegría al ritmo de La Cachúa o El Carite. Estar en La Maricutana, es adentrarse en una parte de la historia y la margariteñidad. Es un sitio de encuentro, de intercambio social e incluso cultural, porque, además, durante mucho tiempo, fue el sitio de ensayos y aprendizaje de las danzas Las Guarichas de Punda. Es un club social donde se reúne la comunidad a celebrar, apagar las penas, celebrar las campañas pesqueras, a cantar aniversarios y celebrar los triunfos de los Guaiqueríes de Margarita y ahora los Bravos de Margarita. Como lo dice el cronista Verni Salazar, quien nos acompaña en la ruta: Allí se acuna una parte del arte insular y de la familiaridad del gentilicio porlamarense. Es un reservorio de canto, alegría y tradición margariteña. No hay ninguno de los asistentes que no salga impactado de lo vivido en La Maricutana. Ninguno. Todos comentan, todos felices y alegres, comentan que no solo aprendieron mas de Margarita, sino que reconocen que, si no fuera por este paseo, jamás se hubiesen atrevido a subir los altos escalones de la entrada y pasar la puerta. Ahora muchos reinciden, van con frecuencia y hasta llevan a amigos, familiares y visitantes para que se impregnen del espíritu que pervive en este templo de la diversión porlamarense.
El
calor y la danza arrecian, las frías de Polar Pilsen no son suficientes para
amainar lo que de suyo nos ha enseñado y entregado este paso por este bar, con
la cédula de expendio de licores N° 10, uno más de los casi 300 bares que hubo a
mediados del siglo pasado en la Ciudad Marinera. Entre abrazos y
reconocimiento, salimos a su escalinata de la fachada a tomarnos lo que se
convertirá en una foto clásica de todos los 25 paseos que hemos realizado. En
rigor, el Bar La Maricutana, fue declarado por la Alcaldía de Mariño, como
Patrimonio Turístico y Cultural del Municipio Mariño con motivo de su 80mo.
Aniversario. Y desde nuestra primera visita, en mayo de 2023 se convirtió en
“parada obligada e insustituible” de la Ruta de los Bares Margariteños.
Ya cuando todos abordamos
los autobuses para seguir el paseo, se nos acerca la acompañante del señor
sentado en la puerta, para contarnos que su padre, Luis Beltrán Vásquez, tenía años
sin salir de casa, con sus 94 años a cuesta, pidió que lo bañaran y lo
vistieran para “ir a saludar al turismo”, que visitaba por primera vez este bar
emblemático de su vida y de su cultura. Nos conmovió, que una sola visita de 40
paseantes pudiera significar valoración y reconocimiento para una comunidad
alejada de los atractivos turísticos de la isla y de la zona de intercambio
comercial. Es un bar del pueblo margariteño, apropiado por el gentilicio y su
identidad. Un bar de lugareños, al que difícilmente, alguno de los casi 400
viandantes que hemos llevado en casi dos años de esta experiencia, visitaría
por cuenta propia. Con esta ruta, comenzó otra valoración de los sitios donde
reside, habita y palpita, la identidad vibrante del margariteño. Es el Bar La
Maricutana, “sede turística de Margarita Gastronómica”, como gusta decir
nuestro querido Licho Cortesía, el amable margariteño, encargado de este bar,
que quiere convertir esta esquina en Patrimonio Cultural de Nueva Esparta.
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