LA VUELTA A LA ISLA EN 80 PLATOS del chef Rubén Santiago.
En
Margarita todo es posible, el placer aterido a los manteles y la estampida
inerte de los adolescentes. A Margarita vienen cada tanto tiempo los turistas como
quien huye tras la pérdida del amor o las habilidades del calor hogareño, para
quienes guardan en el salitre su arma predilecta y en la alegría la ausencia
del reposo. Aquí parece que nada se acerca a la eternidad a menos que nos veamos
retratados en el guiso del ají dulce o en la fritura del achote. Cuando
exploramos esta isla no es el hombre el que escurre su ignorancia en la arena
de la playa, es el discurso iterado de la espuma salada la que habla. No es el
Pichiguey el que lanza su semilla al vacío, ni el Cardón que juega al
equilibrio de la brisa. En Margarita es la madrugada la que canta el firme embrujo
de la salina. La discreta sapiencia de los pueblos alejados, la áspera
hospitalidad de los pescadores, la inveterada humildad de su gente. En Margarita
el paladar es una caldera hirviente donde se evaporan los encantos del
silencio. Aquí los mangles caminan hacia el mar y el hombre se encierra en su
profundidad. En la de aquellos que hacen suya esta tierra, aquellos que traen
espuma en sus ombligos y los que reniegan de ella para escupir su nombre en
Tierra Firme.
Y
en esa hondura, Rubén Santiago aprendiendo el lenguaje del canto marino y la
tertulia entendió la inminente necesidad del equilibrio de los sabores
entregándose en los fogones como parte de la mixtura y el contraste. Allí
entendió, parafraseando al poeta Eugenio Montejo, que su terredad comenzaba en
la inseparable condición del Mar.
Desde
hace mas de 40 años, este bar-tender devenido en cocinero, se decidió a
permanecer en el territorio del salitre, valorando lo que de suyo tiene esta
ínsula resonando en su música y sus cantos. A decir del propio Santiago “el
único lugar de Venezuela, donde han entendido que el amor entra por la boca es
en Margarita”. Y es que Rubén lleva el canto margariteño a todas partes, es
parte de su vida y si existe alguna duda, también resuena la musicalidad
neoespartana en cada llamada que recibe en su teléfono móvil. “Para ser
cocinero en Margarita hay que estar compenetrado musicalmente con esta tierra”,
remata el cocinero.