BLOG DE FERNANDO ESCORCIA SOBRE GASTRONOMIA, MUSICA, ARQUITECTURA, IDEAS Y REFLEXION. JAZZ, CATAS Y CAFE. ISLA DE MARGARITA
20+ RECOMENDACIONES IMPERDIBLES MARGARITA 2023
jueves, octubre 14, 2010
SELECCION DE TEXTOS DEL LIBRO "MEDIANIAS" (1.995)
M A T R I M O N I O
Todos los días
el sagrado misterio de lo cotidiano,
esta suerte de cautiverio voluntario
que nos hace valorar
los escandalosos días
cuando correr no era huir
y la libertad de ser
golpeaba los rostros
como lo hace el aire de los campos.
Todos los días
este apego al pan tostado y al café caliente,
a la ducha tibia y la camisa limpia.
Seguro.
Todos los días
este bendito sabor a pertenencia
nos quita estas ganas de huir
al final de la tarde.
Matrimonio
este divino misterioque nos hace gordos, lozanos, amantes y sobrios.
L A M U J E R D E L P O E T A
La mujer del poeta
debe ser invisible.
La mujer del poeta
debe permanecer en silencio
el mayor tiempo posible,
debe caminar en puntillas
y desplazarse con mucho sigilo
por todas las habitaciones.
Debe saber cuando limpiar el cenicero
y nunca ordenar o confundir,
es lo mismo,
los papeles del poeta.
La mujer del poeta
debe hacerse desear por los amigos
embarbados y ojerosos
que suelen pasar por la casa
en busca de pan o consuelo.
Debe mostrar sus senos
tanto como se pueda
y moverlos a medida que el poeta
hable o respire.
La mujer del poeta
debe estar atenta
a los juegos que se inicien cada mañana.
Servir el café,
ir al mercado
y traer el whisky que menos le vulnere.
La mujer del poeta
debe saber volar
y ser etérea
tanto más cuando el poeta este vivo.
Ese será el momento
de alzar el vuelo
y dejarlo solo
consumiendo sus días
entre los libros y el desmayo continuo
de saborear los jugos
de las mujeres de los otros poetas.
R E S T A U R A N T E
A Karlos Martínez
Del lado de los hornos,
anónimo,
corre un afanoso trafagar de ollas y sartenes,
un agonizante calor bajo las chaquetillas,
un desesperante gritar barbaridades en la hornilla.
En la sala bullen los platos entre las mesas,
corriendo tras el pedido
para llevar el correcto caldo
que anuncia rutinario
el mismo menú de todos los días.
En la mesa
somos tan sólo
honestos, perfumados y sabios comensales
buscando revelaciones en los platos
o simples verdades en el eterno yantar de las recetas.
Según nos plazca o nos parezca
devolvemos un plato,
salamos lo salado,
acompañamos con harinas las harinas
o combinamos a nuestro antojo
un beaujolais con cerdo, mariscos o cordero.
Es nuestro plato y nuestro mundo,
nuestra realidad y nuestra equivocación,
pero no al solicitar las cuentas
donde científicamente abortamos
la carente capacidad matemática que nos queda
para doblegar la réproba suma
que nos exige el cajero.
Al partir
dejamos una seña exacta de lo que somos
o una incierta promesa de volver o no,
como sucede en todas partes,
incluso
hasta en París.
A R S P O E T I C A III
(Variación sobre un mismo tema)
El insomnio del poeta
suele servir para mucho.
Tanto,
como para freir en un sartén el poema
y luego el gallo del aceite de oliva
despierte a los vecinos
y borre el hambre de venganza
de Jaramillo Agudelo con su tía.
La poesía y el insomnio
a veces van de la mano
acusándonos de no tener el sartén o el poema,
es lo mismo,
agarrado por el mango.
Uno debería cocinar el poema,
pero no.
P E S C A D O R E S
A pecho abierto
tirados en las aceras
ellos esperan
todos los días
la condonación de sus vidas,
mientras se acercan para mirarse
las cicatrices y los finales.
Para ellos cada mañana
tiene algo de fin próximo.
Cada mañana
saludan a quien pasa,
se despiden de algo
y abandonan el amargo peso
de construir sus vidas.
L U C E S D E L A C I U D A D
A la ciega florista
Virgin Cherryl
Charlote te obligó a entregarle
trescientascincuenticuatroveces
la misma flor.
Podrías
tan sólo
ofrecerme
el ramo de tus ojos
una vez.
--> Leer más...
Todos los días
el sagrado misterio de lo cotidiano,
esta suerte de cautiverio voluntario
que nos hace valorar
los escandalosos días
cuando correr no era huir
y la libertad de ser
golpeaba los rostros
como lo hace el aire de los campos.
Todos los días
este apego al pan tostado y al café caliente,
a la ducha tibia y la camisa limpia.
Seguro.
Todos los días
este bendito sabor a pertenencia
nos quita estas ganas de huir
al final de la tarde.
Matrimonio
este divino misterioque nos hace gordos, lozanos, amantes y sobrios.
L A M U J E R D E L P O E T A
La mujer del poeta
debe ser invisible.
La mujer del poeta
debe permanecer en silencio
el mayor tiempo posible,
debe caminar en puntillas
y desplazarse con mucho sigilo
por todas las habitaciones.
Debe saber cuando limpiar el cenicero
y nunca ordenar o confundir,
es lo mismo,
los papeles del poeta.
La mujer del poeta
debe hacerse desear por los amigos
embarbados y ojerosos
que suelen pasar por la casa
en busca de pan o consuelo.
Debe mostrar sus senos
tanto como se pueda
y moverlos a medida que el poeta
hable o respire.
La mujer del poeta
debe estar atenta
a los juegos que se inicien cada mañana.
Servir el café,
ir al mercado
y traer el whisky que menos le vulnere.
La mujer del poeta
debe saber volar
y ser etérea
tanto más cuando el poeta este vivo.
Ese será el momento
de alzar el vuelo
y dejarlo solo
consumiendo sus días
entre los libros y el desmayo continuo
de saborear los jugos
de las mujeres de los otros poetas.
R E S T A U R A N T E
A Karlos Martínez
Del lado de los hornos,
anónimo,
corre un afanoso trafagar de ollas y sartenes,
un agonizante calor bajo las chaquetillas,
un desesperante gritar barbaridades en la hornilla.
En la sala bullen los platos entre las mesas,
corriendo tras el pedido
para llevar el correcto caldo
que anuncia rutinario
el mismo menú de todos los días.
En la mesa
somos tan sólo
honestos, perfumados y sabios comensales
buscando revelaciones en los platos
o simples verdades en el eterno yantar de las recetas.
Según nos plazca o nos parezca
devolvemos un plato,
salamos lo salado,
acompañamos con harinas las harinas
o combinamos a nuestro antojo
un beaujolais con cerdo, mariscos o cordero.
Es nuestro plato y nuestro mundo,
nuestra realidad y nuestra equivocación,
pero no al solicitar las cuentas
donde científicamente abortamos
la carente capacidad matemática que nos queda
para doblegar la réproba suma
que nos exige el cajero.
Al partir
dejamos una seña exacta de lo que somos
o una incierta promesa de volver o no,
como sucede en todas partes,
incluso
hasta en París.
A R S P O E T I C A III
(Variación sobre un mismo tema)
El insomnio del poeta
suele servir para mucho.
Tanto,
como para freir en un sartén el poema
y luego el gallo del aceite de oliva
despierte a los vecinos
y borre el hambre de venganza
de Jaramillo Agudelo con su tía.
La poesía y el insomnio
a veces van de la mano
acusándonos de no tener el sartén o el poema,
es lo mismo,
agarrado por el mango.
Uno debería cocinar el poema,
pero no.
P E S C A D O R E S
A pecho abierto
tirados en las aceras
ellos esperan
todos los días
la condonación de sus vidas,
mientras se acercan para mirarse
las cicatrices y los finales.
Para ellos cada mañana
tiene algo de fin próximo.
Cada mañana
saludan a quien pasa,
se despiden de algo
y abandonan el amargo peso
de construir sus vidas.
L U C E S D E L A C I U D A D
A la ciega florista
Virgin Cherryl
Charlote te obligó a entregarle
trescientascincuenticuatroveces
la misma flor.
Podrías
tan sólo
ofrecerme
el ramo de tus ojos
una vez.
SELECCION DE TEXTOS DEL LIBRO "EXILIO DE LAS PERTENENCIAS" (1.990)
O L D F A S H I O N
La casa de la Avenida Falcón
me esperó hasta hace poco
intacta del sudor con que la buscaba.
En la azotea de los sueños perdidos
un juego de palos y chapas
siembra alturas en el tragaluz
que da al recuadro íntimo de la casa,
de donde Magaly como delfín
surge entre sus tetas del tormento marino.
Abajo,
las cerraduras hurgan los cuerpos
fláccidos o seniles
de cuanta modelo ocasional
viene por las tardes
a posar frente al inmenso espejo colonial
que corona el cuarto.
En el sopor del día
Doña Rosa apura el pedal de la máquina de coser
puliendo la artesanía de los trajes salidos
de alguna Vogue o Burda,
Yo en cambio
pego mi espalda desnuda
al piso de cemento
por el mismo sitio donde pasa
la tubería de agua fría
Aquellas tardes de calor
ya no esperaban por mí
Es otra casa la que no me recibe.
F R O N T E R A S
Fui motivo de burla
para los amigos de la infancia.
El orden de mis espacios
las cercanías alcanzadas.
Fui juzgado por tener
borrador, sacapuntas y escuadras
en perfecta armonía sobre el pupitre.
Por sentarme de primero en las filas,
por no saber la tabla del nueve
y por odiar a Benilde,
la que gustaba de jugar con carritos,
cuando delataba mi buena letra en el cuaderno.
Los de voces roncas
lanzaron mis libros al patio,
y el más gordo
conquistaba mi altura
con golpes y llaves de canchascascán.
Mi único amigo,
me daba el refugio de la compañía
Siempre seguro,
fuimos famosos y millonarios,
pilotos y alguaciles.
Descubrimos juntos
las aventuras de Sir Francys Drake,
de Moby Dick y Pierre Nodoyuna.
El avión fue capturado
cuando huía a Nueva York.
Panchito no sabía
que nuestro poderno llegaba hasta la otra cuadra
C I N E M A
El garage del Tío Angel
se abría por las tardes del domingo
dando cabida a los sueños
de los que llegaban de Boston y El Vivero.
Vestidos de marinero y de zapatos de charol,
de enaguas plisadas y sombreros de tull
siempre se encondía en sus rostros
la mueca de intriga que se aferraba en la semana.
Diez centavos.
El flaco anunciaba el inicio.
Improvisadas diapositivas
pintaban de sepia
las sábanas del telón
que luego María
buscaba desesperada en el desván.
Comenzaba el ritual,
reflejándose en aquellos rostros ingenuos
la magia que los atraparía por siempre,
desde que Rita apareció través de aquella
inconcebible máquina de proyección
de diez y seis milímetros.
Hace dos años
vi a rita en un collage de besos
que Totó me mostrara,
cerca de la Fontana di Trevi.
No me contó, ni siquiera,
que ella también sedujo
en aquel viejo garage
los sueños de El Flaco
que cincuenta años después yo recordará
en una escena de Tornatore.
C O L L E T E
Y L A H A B I T A C I O N D O S C I E N T O S T R E C E
Cuando sales de las penumbras del cuarto,
viniendo hacia mí
un tamizado reflejo de luz
entra por la ventana
dándole a tu pecho semi-abierto
un claroscuro empinado y ardiente.
La toalla seca tus cabellos
y la tira de tu pijama
al descuido
cae de tu hombro
al servir el desayuno
con un inmenso antojo en la mirada.
Tumbados en la cama
entre periódicos y bandejas
tiramos los relojes
al olvido de los espejos
donde también se guardan
la ducha, el aroma del café
y el jadeo de otros cuerpos
que no son los nuestros.
A la doscientos trece
solemos venir
para acariciarnos las heridas cotidianas
y a vender la pobreza de estar solos.
Como todos los domingos
nos despertamos absortos
preguntándonos con angustia
si esta vez descubrimos lo que fuimos.
R E L O J
Yo sé que te desnudas profundamente cuando me recuerdas
Luis Alberto Crespo
Dicen que para el hombre
la memoria de la mujer es un hombro.
Y yo llevo un reloj
apenas atado a la muñeca
como una forma de salvarme del olvido.
Presuroso, marcho oliendo tus piernas
hacia la ruta contraria.
Tu recuerdo me asalta en la puerta del Metro
o en plena calle
tras un rastro de mujer.
Pierdo el reloj
y tu tormenta se ha desvanecido.
Te vas a la ducha
y te acaricias dejando correr
gotas de tiempo en tu seno.
Un viento suave y cálido te abraza
en vez de mi cuerpo,
esclavo del tiempo y sin algún tipo de salvación
que me esconda de tus redondeces.
No importa el desnudo cuando me recuerdas.
No importa.
No importa morirse de olvido
si es tu abrazo la casa definitiva.
--> Leer más...
La casa de la Avenida Falcón
me esperó hasta hace poco
intacta del sudor con que la buscaba.
En la azotea de los sueños perdidos
un juego de palos y chapas
siembra alturas en el tragaluz
que da al recuadro íntimo de la casa,
de donde Magaly como delfín
surge entre sus tetas del tormento marino.
Abajo,
las cerraduras hurgan los cuerpos
fláccidos o seniles
de cuanta modelo ocasional
viene por las tardes
a posar frente al inmenso espejo colonial
que corona el cuarto.
En el sopor del día
Doña Rosa apura el pedal de la máquina de coser
puliendo la artesanía de los trajes salidos
de alguna Vogue o Burda,
Yo en cambio
pego mi espalda desnuda
al piso de cemento
por el mismo sitio donde pasa
la tubería de agua fría
Aquellas tardes de calor
ya no esperaban por mí
Es otra casa la que no me recibe.
F R O N T E R A S
Fui motivo de burla
para los amigos de la infancia.
El orden de mis espacios
las cercanías alcanzadas.
Fui juzgado por tener
borrador, sacapuntas y escuadras
en perfecta armonía sobre el pupitre.
Por sentarme de primero en las filas,
por no saber la tabla del nueve
y por odiar a Benilde,
la que gustaba de jugar con carritos,
cuando delataba mi buena letra en el cuaderno.
Los de voces roncas
lanzaron mis libros al patio,
y el más gordo
conquistaba mi altura
con golpes y llaves de canchascascán.
Mi único amigo,
me daba el refugio de la compañía
Siempre seguro,
fuimos famosos y millonarios,
pilotos y alguaciles.
Descubrimos juntos
las aventuras de Sir Francys Drake,
de Moby Dick y Pierre Nodoyuna.
El avión fue capturado
cuando huía a Nueva York.
Panchito no sabía
que nuestro poderno llegaba hasta la otra cuadra
C I N E M A
El garage del Tío Angel
se abría por las tardes del domingo
dando cabida a los sueños
de los que llegaban de Boston y El Vivero.
Vestidos de marinero y de zapatos de charol,
de enaguas plisadas y sombreros de tull
siempre se encondía en sus rostros
la mueca de intriga que se aferraba en la semana.
Diez centavos.
El flaco anunciaba el inicio.
Improvisadas diapositivas
pintaban de sepia
las sábanas del telón
que luego María
buscaba desesperada en el desván.
Comenzaba el ritual,
reflejándose en aquellos rostros ingenuos
la magia que los atraparía por siempre,
desde que Rita apareció través de aquella
inconcebible máquina de proyección
de diez y seis milímetros.
Hace dos años
vi a rita en un collage de besos
que Totó me mostrara,
cerca de la Fontana di Trevi.
No me contó, ni siquiera,
que ella también sedujo
en aquel viejo garage
los sueños de El Flaco
que cincuenta años después yo recordará
en una escena de Tornatore.
C O L L E T E
Y L A H A B I T A C I O N D O S C I E N T O S T R E C E
Cuando sales de las penumbras del cuarto,
viniendo hacia mí
un tamizado reflejo de luz
entra por la ventana
dándole a tu pecho semi-abierto
un claroscuro empinado y ardiente.
La toalla seca tus cabellos
y la tira de tu pijama
al descuido
cae de tu hombro
al servir el desayuno
con un inmenso antojo en la mirada.
Tumbados en la cama
entre periódicos y bandejas
tiramos los relojes
al olvido de los espejos
donde también se guardan
la ducha, el aroma del café
y el jadeo de otros cuerpos
que no son los nuestros.
A la doscientos trece
solemos venir
para acariciarnos las heridas cotidianas
y a vender la pobreza de estar solos.
Como todos los domingos
nos despertamos absortos
preguntándonos con angustia
si esta vez descubrimos lo que fuimos.
R E L O J
Yo sé que te desnudas profundamente cuando me recuerdas
Luis Alberto Crespo
Dicen que para el hombre
la memoria de la mujer es un hombro.
Y yo llevo un reloj
apenas atado a la muñeca
como una forma de salvarme del olvido.
Presuroso, marcho oliendo tus piernas
hacia la ruta contraria.
Tu recuerdo me asalta en la puerta del Metro
o en plena calle
tras un rastro de mujer.
Pierdo el reloj
y tu tormenta se ha desvanecido.
Te vas a la ducha
y te acaricias dejando correr
gotas de tiempo en tu seno.
Un viento suave y cálido te abraza
en vez de mi cuerpo,
esclavo del tiempo y sin algún tipo de salvación
que me esconda de tus redondeces.
No importa el desnudo cuando me recuerdas.
No importa.
No importa morirse de olvido
si es tu abrazo la casa definitiva.
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