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domingo, marzo 28, 2010
CASA CARACOL Y VINOS TRAPICHE. UNA NOCHE PARA GUARDAR
Hay veces en las que merece la pena encontrarse con la distancia. Ir rodeando la medianía y asomarse al encuentro de los amigos allá, donde a veces parece distante el encuentro. Lejano.
Ayer (sábado 28 de marzo, 2.010) develamos una casa mágica, en la que el abrazo no fue una imposibilidad. La posada Casa Caracol nos brindo la magia de un escenario posible para reencontrarnos y reír la felicidad del encuentro. Pero es que no solo fue una noche mágica para el abrazo sino también para el descubrimiento.
Fue la noche de anoche en la que descubrimos también la casa de vinos argentinos Trapiche. Aun cuando la oscuridad deliberada por nuestros cortes energéticos, abría la escenografía de velas y candiles para comenzar la ceremonia del encuentro y el hallazgo. Un brindis iniciático con espumante Trapiche extra-brut nos adelantó un pequeño gesto de lo que veíamos venir como una anunciación. Luego vino el vino, literalmente los pleonasmos fueron permitidos para besar las copas mojándonos con un Malbec de cuerpo definido y robusta consistencia. Pero yo me permití escanciar mis copas de Torrontés de largo aprecio en mi boca por su frescura y alegría. Quizá tan amable como la noche para reír y celebrar lo que estaba por venir.
Para conocer las posibilidades del Malbec se previó su maridaje en la Estación Tierra con delicias de corderos asados de la mano de la Chef Yuraima Blanco. Inobjetables, amables y con sello particular de La Negra acariciando el noble siervo con sus peripecias mantuanas y las lecturas pan asiáticas. Tempura de cordero y unos delicados rolls de ragú de cordero. Si le es escasa la propuesta, imagínense esta: brochetas abrasadas de cordero salsa de papelón y teriyaki con chutney de maní en perfecta armonía del tinto argentino. Fueron excelentes y delicados los sabores de tierra para abrazar esta isla. Agreguemos el emblemático tequeño en masa de hojaldre y queso de cabra tacarigüera en salsa de papelón. Y para cerrar unos bombones de caco barloventeño, otro gesto que lleva en ciernes La Negra desde su tierra natal.
En la Estación Mar encontramos las manos de Esther González (Restaurante Casa de Esther en el pueblo de Pedro González al norte de la Isla de Margarita). Allí nos reencontramos con los sabores marinos del cazón, el ají dulce y las ostras. “Ingredientes sencillos para crear y recrear algo rico” así describe la propia Esther los aportes insulares en esta noche para guardar. Tequeños de batata acompañados de un chutney de papelón con jengibre y aji dulce. Un Ceviche de Madre Perlas de temporada en leche de parchita preciso y sin acideces excesivas o el ají dulce relleno de cazón. Recordaré para siempre el mondeque en crocante de coco y parchita. Sabores insulares para la memoria. Además las infaltables ostras de La Restinga maceradas en vino espumante y en su jugo fueron unidas bañadas en gelatina de pimienta roja de Madagascar. Esta versión que la propia Esther ofrendo a la bodega las llamo Ostras Trapiche.
Como lo decía mas arriba una noche de magia, sabor y descubrimientos. La Casa Caracol fue el escenario perfecto para el hallazgo, un espacio también para ser feliz en la calidez de lo sencillo y los sabores. Definitivamente una noche para guardar.
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Ayer (sábado 28 de marzo, 2.010) develamos una casa mágica, en la que el abrazo no fue una imposibilidad. La posada Casa Caracol nos brindo la magia de un escenario posible para reencontrarnos y reír la felicidad del encuentro. Pero es que no solo fue una noche mágica para el abrazo sino también para el descubrimiento.
Fue la noche de anoche en la que descubrimos también la casa de vinos argentinos Trapiche. Aun cuando la oscuridad deliberada por nuestros cortes energéticos, abría la escenografía de velas y candiles para comenzar la ceremonia del encuentro y el hallazgo. Un brindis iniciático con espumante Trapiche extra-brut nos adelantó un pequeño gesto de lo que veíamos venir como una anunciación. Luego vino el vino, literalmente los pleonasmos fueron permitidos para besar las copas mojándonos con un Malbec de cuerpo definido y robusta consistencia. Pero yo me permití escanciar mis copas de Torrontés de largo aprecio en mi boca por su frescura y alegría. Quizá tan amable como la noche para reír y celebrar lo que estaba por venir.
Para conocer las posibilidades del Malbec se previó su maridaje en la Estación Tierra con delicias de corderos asados de la mano de la Chef Yuraima Blanco. Inobjetables, amables y con sello particular de La Negra acariciando el noble siervo con sus peripecias mantuanas y las lecturas pan asiáticas. Tempura de cordero y unos delicados rolls de ragú de cordero. Si le es escasa la propuesta, imagínense esta: brochetas abrasadas de cordero salsa de papelón y teriyaki con chutney de maní en perfecta armonía del tinto argentino. Fueron excelentes y delicados los sabores de tierra para abrazar esta isla. Agreguemos el emblemático tequeño en masa de hojaldre y queso de cabra tacarigüera en salsa de papelón. Y para cerrar unos bombones de caco barloventeño, otro gesto que lleva en ciernes La Negra desde su tierra natal.
En la Estación Mar encontramos las manos de Esther González (Restaurante Casa de Esther en el pueblo de Pedro González al norte de la Isla de Margarita). Allí nos reencontramos con los sabores marinos del cazón, el ají dulce y las ostras. “Ingredientes sencillos para crear y recrear algo rico” así describe la propia Esther los aportes insulares en esta noche para guardar. Tequeños de batata acompañados de un chutney de papelón con jengibre y aji dulce. Un Ceviche de Madre Perlas de temporada en leche de parchita preciso y sin acideces excesivas o el ají dulce relleno de cazón. Recordaré para siempre el mondeque en crocante de coco y parchita. Sabores insulares para la memoria. Además las infaltables ostras de La Restinga maceradas en vino espumante y en su jugo fueron unidas bañadas en gelatina de pimienta roja de Madagascar. Esta versión que la propia Esther ofrendo a la bodega las llamo Ostras Trapiche.
Como lo decía mas arriba una noche de magia, sabor y descubrimientos. La Casa Caracol fue el escenario perfecto para el hallazgo, un espacio también para ser feliz en la calidez de lo sencillo y los sabores. Definitivamente una noche para guardar.
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