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martes, septiembre 28, 2021
DESAPRENDER PARA GANAR LA SEDUCCION DEL ACEITE DE OLIVA VIRGEN EXTRA HENRI MOR
Un aceite de oliva es mas que un lenguaje para establecer un diálogo. Es un baño dorado con el que se puede radicar ciertas ideas e iniciar el placer de los paladares hacia el horizonte de los platos vacíos. Un aceite de oliva puede encantar, seducir y enamorar llevándonos hacia el calendario de los enajenados o el reloj de alarma de los emancipados.
Cuando probé el aceite de oliva de Henri
Mor sabíamos que algo iba a cambiar para siempre en mi vida. Se venía la
certeza de un saber virgen e inusitado. De un acercamiento al cual le tiene uno
la temeridad de que se lo lleve a uno a los barrancos de la vía a Pedro
González. Mirar un islote frente al mirador de Constanza y soñar con que,
radicado allí, más nunca necesitarás de otra cosa que conseguir el placer en
los jugosos tomates margariteños con hojuelas de Maldon y la lluvia pertinaz
del aceite de oliva extra virgen Henri Mor.
Hay que darles la vuelta a las verdades cotidianas,
que, por necesarias, diluyen la diferencia de los días repetidos. Y en una cata
de aceite de oliva, la constante repetición de las rutinas puede colapsar y dar
paso a las grandes cosas sencillas.
A ver.
La cita fue en el restaurante Juana La Loca en Pampatar. Su propietario e incansable promotor culinario, Carlos Guerra, fungía como tantas veces de anfitrión menos que de entusiasta conector entre distintos actores que fuimos invitados a apreciar aquella no muy común degustación, cata y armonías que determinaron no solamente apreciar y conocer un aceite catalán que luego de algunos años, se abre paso entre las propuestas, cocinas y mesas de la escena gastronómica nacional, y ahora margariteña.
Quien dirigía la cata es quien a la
postre se convirtió en el auténtico promotor y embajador de la marca, Henri Alegría, siendo parte de una generación
que vive bajo la sombra de una almazara en Lléida, Cataluya. Una historia familiar que data desde 1390 en
Les Garrigues de donde provienen los apellidos Mor y Marti desde finales del
siglo XVIII y principios del siglo XIX. He allí la estirpe del personaje que
conoceríamos a través de unas botellas de aceite, unas copas y unos bocados.
Luego que Henri y su familia decidieran incorporar, innovar, renovar y relanzar esta legendaria hacienda de cultivo de olivares y comercialización del aceite de oliva, se produce un cambio inmediato que ha llevado a estos zumos de la aceituna de Arbequina, con Denominación de Origen Controlado de Les Garrigues, a convertirse en uno de los aceites más excepcionales de España, del continente europeo y de mas de 23 países donde se comercializa y en donde han obtenido más de 30 premios internacionales valorando su calidad y elementos diferenciadores de una amplia oferta de aceites del continente y del mundo.
No era descabellado que Henri junto a su
hermana Yamila, ambos venezolanos, hayan decidido y empujado al resto de la
familia en la búsqueda de los niveles de excelencia que, a todas luces, podían
conseguir en poco tiempo, teniendo en sus manos un producto de tradición, gran
calidad y aprecio.
Y aquí en Pampatar ya se trataba de inocularnos la fiebre por este aceite de oliva, del que el chef Víctor Moreno me había hablado con encantamiento hace ya unos 3 años. Es así como pudimos apreciar y enamorarnos también de estos aceites de un nivel de calidad insospechado, al que han abrigado más de 21 chefs de restaurantes con estrellas Michelin para degustaciones, catas, experimentaciones, creaciones y preparaciones. El Reserva Familiar que es un aceite ideal para cocinar, con afortunadas notas a tomate y almendras nos encantó desde la primera cata olfativa. Es un coupage o blend que combina los mejores sabores y aromas del olivar. Luego llegó el momento del encantamiento supremo, con el Reserva Privada, que es un aceite diseñado para atrapar la máxima calidad sensorial de la arbequina y su excepcional frutado verde con notas almendra verde, manzana e intensos tonos cítricos. Nos sorprendió un picor agradable y sublime que se alojó sutil y fugazmente en el retrogusto.
El chef residente de Juana La Loca, Gino Sartori, no hicieron mas que aportar un marco que diera terciopelo a una tarde de encantamiento y descubrimientos. Una brusccheta muy correcta, un tartar de carne wagyú, un montadito de roast beef de wagyú, esparrago y queso de cabra y finalmente callos madrileños y garbanzos. A eso se agregaron los panes del master Sergio Fucci dieron base para llevar estos sublimes oleos al paladar.
Y como escribí al principio, ya no podré pedir
otra cosa recurrentemente que el placer en los jugosos tomates margariteños con
hojuelas de Maldon y la lluvia pertinaz del aceite de oliva extra virgen Henri
Mor.
A partir de allí las combinaciones y el resto de la degustación entre el aceite trufado, el ecológico o las aceitunas con finas hierbas o la especial rellena de higos manualmente, fue un momento en el que nos cautivarían su sabor amable, su aterciopelado gusto al paladar y las sutilezas de un producto del que se suprime todo aprendizaje, toda historia, toda enseñanza.
Venezuela, es un bochinche y una caja de emprendimiento que donde va, a donde la llevan sus nativos, explota el corazón de ideas, creaciones e invenciones. Buscamos la formula para evitar aquietarnos o confórmanos, queremos reinventar el país desde lo que nos permite el mundo. Conquistaremos el planeta a punta de arepas y emprendimientos. Lo llenaremos de éxito y fortuna, hasta que nos permitan hacerlo aquí adentro, donde nuestra tierra nos lo pide, lo necesita. Henri Alegría es el mejor ejemplo de esa Venezuela que grita desde afuera de lo que somos capaces de hacer fuera de ella.
¿Se imaginan lo que haríamos todos juntos de nuevo, libres y felices en esta Tierra de Gracia?
FERNANDO
ESCORCIA
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